domingo, 18 de diciembre de 2011

El contador


En la Villa de Arico, Montaña arriba, el valle que llaman El contador. Casi se dijera una isla dentro de otra isla, al margen; un mundo dentro de otro mundo.




No sé muy bien por qué razón son pocas las personas que saben de la existencia de este lugar. Tampoco yo, hasta hace bien poco, lo conocía. Carretera del sur adelante -como dijera Emeterio Gutiérrez Albelo en su Kodak superficial, sus Estampas del sur de Tenerife-, "rabo de lagarto herido, reiterada S borracheril", subimos montaña arriba, codo con codo con las ventanas de triunfante claridad que va abriendo el valle ante nuestra mirada.


Siento deseos de reír, mientras el sol va convertiendo en oro lo que toca a su paso.


El valle de El Contador, desolado, al margen de la vida o en la cima de ésta; casi un epílogo para la isla de las maldiciones.




Montaña arriba sólo se escuha el ladrido de unos galgos a lo lejos. Poco a poco la aridez del paisaje del sur va mudándose en una luz verdecida que anuncia la Corona Forestal.


Por su estrecha carretera de agujeros, baches y socavones; por la fijeza con la que el sol golpea la frente de sus visitantes, el valle de El Contador tiene algo de tierra inaccesible. El valle se abre a nuestro paso con la gracia de esos pocos parajes intocados, como si apareciésemos, por arte de magia, introducidos en una postal rural de otro tiempo.


Junto a la carretera, montañas de cardos hasta donde la mirada alcanza. Siento, entonces, deseos de imitar el gesto, inocente, del poeta Aníbal Núñez en la primavera soluble. También yo, al tocar cardo, me he manchado de plata.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Memoria de Manuel González Sosa




A las 19:30 horas de este próximo miércoles 14 de diciembre, el Instituto de Estudios Canarios (c/Juan de Vera, 4 - La laguna, Tenerife) celebrará un acto en recuerdo y agradecimiento al poeta y crítico grancanario Manuel González Sosa (Guía, 1921), fallecido el pasado 25 de octubre. Compartirán la mesa Antonio Henríquez, Arturo Maccanti, Eugenio Padorno, Carlos E. Pinto, Andrés Sánchez Robayna, así como Pedro González Sosa, quien clausurará el acto. Una exposición bibliográfica del poeta permenecerá abierta hasta el próximo 22 de diciembre en las mismas instalaciones del IEC.
Bien está que sea el Instituto de Estudios Canarios quien tome la palabra en una ocasión como ésta, pues Manuel González Sosa ha ejercido sobre muchos escritores de Canarias un magisterio casi secreto, no sólo por la exigencia con la que se acercó a la palabra poética, sino también por la generosidad extrema y la modestia que caracterizó su vida, ajeno completamente a cualquier forma de vanidad. Y así, a fuerza de devenir secreta su voz e inadvertida su existencia, se convirtió en una constante en el paisaje de las letras canarias, hasta el punto de que en 1998 algunos escritores de las islas publicaron un libro - homenaje bajo el título, irrebatible, de Presencia de Manuel González Sosa. Ningún otro lema podría servir mejor; ningún otro nombre o título, que el de esta presencia para referirnos a un escritor que ha protagonizado, irremediablemente, un capítulo de excepción en el decurso de la cultura canaria.

domingo, 11 de diciembre de 2011

martes, 10 de enero
Uno está tranquilo, haciendo lo que le viene en gana, y de repente te invaden con noticias, comentarios e imágenes caídas desde no se sabe muy bien qué estratosferas, interrumpiendo tu tiempo de estar sentado frente a la pantalla del ordenador. Las redes sociales han conseguido metarse en nuestra casa por la puerta grande, sin que uno sepa muy bien para qué han venido. Casi sin quererlo, y sin habértelo propuesto previamente te ves "abriendo ventanitas", respondiendo a esto y aquello, borrando de "la bandeja de entrada" varias decenas de mensajes que tú no recuerdas haber solicitado previamente. Este nuevo orden de cosas al que nos tiene acostumbrados "la red" desde hace ya algún tiempo, y con el que estamos ya casi acostumbrados a convivir, ha traído aparejado, además, un nuevo uso de lenguaje al que nuestros oídos -al menos los míos- no acaban de acostumbrarse del todo. Y así con relativa frecuencia alguien nos dice: "agrégame al feis" o, lo que es peor, "linkéame, por favor". Con todo, lo peor es que te digan, mirándote a los ojos, "dame un toque en el guasap". En esas situaciones, a lo sumo podríamos alegar que tenemos desconectado el "3G", o comentar que no has entendido bien porque estabas "tuiteando" o, en fin, cualquier otra cosa que nos sirva para escabullirnos. En fin, son otros tiempos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

viernes, 9 de diciembre
"Escribir, lo que se dice escribir, sí que escribo". Esto mismo me respondía un amigo a la pregunta, siempre indiscreta, sobre la continuidad de su escritura. Y eso mismo es lo que argumenté yo a alguien que me mostraba su extrañeza por la intermitencia con la que actualizo las entradas en este blog o cuaderno de vieje de El aprendiz: "escribir, lo que se dice escribir, sí que escribo". Me pide -incluso con insistencia- que lleve estas páginas virtuales más al día, sin que llegue a entender yo, muy bien, lo que podría significar esta expresión, esta forma de lenguaje tan corriente que retumba ahora en mis oídos como un eco extraño. ¿Cómo se lleva, en verdad, alguna cosa, más al día? Diríase, en cualquier caso, que la expresión tiene que ver con la idea de ir al ritmo que marcan los tiempos o, lo que es lo mismo, trotar en la grupa incesante de nuestra actualidad. Estar al día podría aproximarse a expresiones tan coloquiales como seguir al dedillo alguna cosa; estar atentos y receptivos a todo aquello que merezca la pena ser contado y seguido de cerca sin deserciones de ninguna clase. Alguien podría pensar que estar al día es el signo de todo blog de notas como éste; es decir, presentar informaciones periódicas, multiplicar las entregas de los escritos a cada momento en función de lo que sucede a nuestro alrededor. Llevar algo al día sería, entonces, como escribir un diario; anotar cualquier breve hecho que afecte a nuestro vida cotidiana por muy pequeño que sea, y en todo momento.
Con todo, si la razón de ser de un diario es su carácter fragmentario, esto es, la contradicción de escribir en él sólo una parte o selección de aquello que acontece, ¿no estaremos, en esto, al día?

domingo, 2 de octubre de 2011

Sema Castro: el oficio de pintar




[Sema Castro, "Naturphilosophie", Sala Instituto Cabrera Pinto, La Laguna. Hasta el 30 de octubre, 2011. De martes a viernes de 10:00-20:00 h. Sábados, domingos y festivos de 10:00-15:00 h.]


AUNQUE todo parece haber sido dicho, el pintor sigue extrayendo posibilidades infinitas a la misma materia fecundante.

UNA APARICIÓN sobre la tela. Como si su pintura se realizase por sí misma, como si fuera autónoma, como si el creador participara en ella pero no determinara del todo su corpus final. Una forja, pues, debida a una asunción interior en el centro mismo del lienzo o la tabla, con la presencia cómplice, callada, sorprendida y vigilante del pintor.

AUNQUE en sus cuadros se produce una interacción y confusión voluntaria de sustancias, formas, cuerpos y elementos, al pintor no le interesa ninguno de ellos específica ni aisladamente, sino en su vínculo, en la mezcla, en el movimiento que se genera entre ellos. No la presentación fija ni objetiva. No el estado de una parcela del mundo y sus peculiaridades físicas, como el análisis científico y riguroso que pueda hacer un botánico o un biólogo. No el estado de las cosas sino el proceso de esas cosas; no lo que existe ni lo que está en sí mismo, sino más bien el ser y los modos de existencia –dinámicos, cambiantes, impredecibles– de ese ser.

EL PINTOR se reinventa a sí mismo y va demorándose en la creación de nuevas series a partir de pequeños hallazgos; unas incursiones que servirán de avanzadilla para el cambio, hacia esa otra región en la que encontrará la impronta de un nuevo color, la profundidad de una nueva pincelada o los perfiles ignotos de una nueva figura que, quizás, habrán de obsesionarle hasta el paroxismo.

EL PROCESO en libertad, sin coacciones; el desprendimiento de cualquier pauta o instrucción cognoscible autoimpuesta: algunos secretos de la pintura de Sema Castro.


["Fronda", óleo sobre tabla, 150 x 122 cm., 2006. Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes.]


EN LA PINTURA Las flores lisérgicas, en El perro de Rufino y en algunas producciones más actuales, se atisba un bestiario mágico y sorprendente por el que desfilan seres nunca antes imaginados, en continuo cambio y metamorfosis. Y los animales; y los pliegues, repliegues y ondulaciones de hojas, flores y ramas; y la tersura de las materias; y la minuciosidad del detalle; y la lejanía del horizonte. Todo lo que parece ser se funde en un instante, se transmuta en una convulsión de color próxima al destello de una llama, al borbotar del agua y, sorprendentemente, a la diafanidad cegadora del aire.

ENMUDECIDOS por la sorpresa de contemplar trazos de colores vivos sobre la tabla y, otras veces, mixturas de tonalidades metálicas que se disipan y se funden en nebulosas y mundos nunca antes imaginados, como la estela que dejara en el aire la cola ígnea de un cometa en fuga o en precipitado descenso.

LO IMPREVISTO E IMPRECISO, lo incontrolado e informe de la mancha inicial, toma cuerpo como una manifestación de la necesidad, quizás por la perfecta cooperación de lo consciente y lo inconsciente, o tal vez porque el artista ha de trabajar como la caprichosa Naturaleza: sin objetivos ni significados previos, como una válvula de escape, como un sifón que vierte por su espita una combustión de energía, como un imaginario infantil que desbaratara el mundo conocido y lo recompusiera siguiendo los impulsos y las relaciones más aleatorias.

CONTEMPLANDO sus trabajos, no es ocioso volver sobre la cuestión del automatismo. Cercano, en ocasiones, a la pintura de Roberto Matta de finales de los años treinta o a las frenéticas constelaciones que se dan cita en algunas obras de André Masson, la obra de Sema Castro evidencia la versatilidad y destreza del pintor en el uso disipado, ágil, en cierto modo derrochador, natural y sinuoso de los materiales. El pintor da rienda suelta a la descarga nerviosa de su mano durante las extenuantes sesiones de trabajo a las que se somete. Su pulso preciso y vertiginoso, su pincelada siempre abundante, desembocan, al fin, en una pintura de múltiples evocaciones en la que espontaneidad, concentración y técnica hacen posible el milagro de la pintura.

CUÁNTAS VECES, plantados sobre una de sus pinturas, nos hemos formulado la misma pregunta: ¿cómo ha logrado representar sobre la tabla semejante apoteosis en una pintura que atrae por su lirismo pero que, en ciertos momentos, desconcierta por la extrañeza de formas y colores, por su exuberancia?


["Interior cósmico", Óleo sobre tabla, 13 x 30, 2006. Colección particular.]


PARA EL PINTOR, su oficio supone establecer un diálogo con lo que está por llegar, es decir, con una suerte de inminencia connatural al acto mismo de la creación y a la que el propio pintor, en primera instancia, no puede dar respuesta. Pintar se convierte, entonces, en un ejercicio de apertura en el que se elude cualquier consideración preestablecida, dando un salto hacia otros conceptos, formas, motivos, medidas y proporciones. La primera contemplación de óleos como Paisaje de la fortuna (2007), Tierra (2007) o Hilo conductor (2007) resulta, para el espectador, incómoda o desconcertante, quizás porque nunca antes tuvo la oportunidad de presenciar, en un presente absoluto, en un instante mágico, la simultaneidad entre lo más insignificante –la vida menor, imperceptible, casi microscópica– y las dimensiones imprecisas e inimaginables de un cosmos. Pero esa misma extrañeza también hizo mella en el pintor que las concibió.


["Tierra", óleo sobre madera, 42 x 50 cm., 2007. Colección particular.]


ANTE San Jorge devorado no podemos más que quedar presos de una fuerte conmoción interior. Nada más alejado del horizonte de expectativas que ofrece la leyenda. Nada más impensable para quien tenga, en la retina, algunas de las muchas representaciones artísticas del héroe y el dragón. No se trata de una contrafacta paródica, por supuesto, pero sí de una versión pictórica que consigue reescribir, con tintes de desencanto y fracaso, una historia consabida de rutilante hazaña heróica. El adversario, el caos, la enfermedad, el vicio, la muerte: todo lo que podía representar simbólicamente el dragón consigue renovarse en esta obra, y aparecer triunfante junto a las vísceras y la sangre, aún calientes, del héroe devorado. La imagen final es sobrecogedora por el desagradable entrelazamiento del animal asesino y el cuerpo desollado de San Jorge, por el rojo intenso de la sangre y por una repentina manifestación espiritual, una revelación sobrenatural que, desde el fondo, lucha por abrirse paso en el cuadro.

UN PUNTO de fuga hacia el eterno cambio de las formas, como un mundo en formación y en movimientos constantes hacia su eterna indefinición. Como Saint-Pol-Roux, que esperaba encontrar en el movimiento eterno de las mareas una nueva fuente de energía espiritual.

AFLUENTES, galerías, pasajes que se unen o disipan, a la manera de un cordón umbilical que sobre sí mismo se enreda en una danza irrenunciable. ¿Qué incierto escenario de sombrías imágenes abre ante nuestra mirada el telón de Ucello de las rocas (2000)? Se diría que esferas expulsadas en propulsión o globos o planetas afloran desde los márgenes de la pintura. Prismas de color, como cuando, de niños, contemplábamos con admiración los espejismos fascinantes de los caleidoscopios.

¿CUÁL PUEDE SER el motivo que le lleve a trabajar por series o etapas que se cierran? ¿Se trata de una forma de disciplina autoimpuesta por el propio pintor o de una inmanencia que está ahí mientras persista una obsesión que ronde y asedie el pensamiento? ¿Por qué razón le resulta imposible volver, más tarde, al tempus en el que compuso una determinada serie, al orden de cosas que le permitió, en un momento dado, alcanzar el cenit –por su composición, por el sentido poético que irradia, por el perfecto destello y contraste de los colores, por el dominio técnico– de lo pictórico?

EN ALGUNAS DE ESTAS OBRAS se percibe la misma fuerza atlántica de Néstor de la Torre; en otras, nos acoge una atmósfera que recuerda el jardín de flores desde el que Polifemo contempla a Galatea, en un conocido cuadro de Odilon Redon; otras veces, sin embargo, lo uno y lo otro parecen pasar por el tamiz de la experiencia gestual de las morfologías psicológicas de Roberto Matta y su vertiginosa apertura de la obra hacia el descubrimiento de nuevas dimensiones picturales. Tradición y actualidad se reconcilian en la obra de Sema Castro.

EN LA PINTURA sobre tabla, Lujo, calma y voluptuosidad, asistimos a la aparición de una escenografía en la que resulta difícil discernir algo concreto. Un enorme racimo de uvas o de perlas o de pequeños huevos pende en un espacio de extrañas luminiscencias celestes, como si asistiésemos a la anunciación de una aurora boreal. Sí, eso es, una expansión de materia multiforme que ondula, que dibuja círculos perfectos o que tiende a replegarse en sí misma: la pequeña gota de tiempo que Sema Castro consigue depositar en sus cuadros, de ese tiempo que nunca se detiene, y en el que, aunque imperceptiblemente, nada permanece inalterable. Las irisaciones metálicas y frías del azul y el nácar –tal vez un lago, tal vez la línea del horizonte o el atisbo del infinito– conviven con la calidez de los amarillos y rojos burdeos. ¿Una escena del origen o una puerta abierta hacia la isla de las maldiciones?


["Venus a su manera fascinada", óleo sobre tabla, 83 x 122 cm., 2006, Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes]


SEDIMIENTOS, estratos geológicos. Erupciones. Superficies fósiles como islas calcáreas o vestigios de viejos continentes naufragados. Glaciares de colores fríos aparecen, de súbito, en medio de una tempestad de insectos melíferos y libélulas color naranja.

EN EL CASO DE Fronda, la pincelada se sume en un magnífico esparcimiento vegetal sobre la tela, en el que llama la atención, primero, la tonalidad blanquecina y nacarada predominante, y, en segundo lugar, la disposición tan dinámica e ingrávida de tallos y hojas, que parecen imitar el dibujo ondulante, perfecto y rápido, bellísimo, que deja en el aire la cinta de una gimnasta. En ambos aspectos radica su naturaleza inverosímil. También llama nuestra atención su majestuosidad y languidez, pues desconocemos el jardín misterioso en el que anida esta planta o singular arbusto; o simplemente porque no es posible dirimir si esta Fronda es un producto terrenal, marino, aéreo o, mejor, nace en el centro mismo del mundo de los sueños.

UN MUNDO de inesperados meteoros y de átomos en composición o descomposición. Si en algo ha de parecerse el origen y el fin es en el desorden reinante de la materia y en su imparable mutación.

ES IMPOSIBLE escribir sobre la pintura de Sema Castro y obviar el predominio de formas orgánicas, circulares, que parecen flotar en continuas gravitaciones, en apoteosis de formas vegetales que luchan por superar la contención y se precipitan al desbordamiento mismo de sus centros de gravedad. En El jardín de Odilón (2006) o en Venus a su manera fascinada (2006), lo cósmico, además, se entremezcla con escenarios que recuerdan formidables espacios naturales del comienzo de los tiempos, allí donde la pregunta por el origen de la vida aparece ligada, irremediablemente, al origen del universo. Así sucede, por ejemplo, en el óleo sobre tabla de pequeño formato El oro (2006), donde confluyen los espacios siderales y las formas biomórficas, ambos desplegados en un escenario en permanente transmutación. En el centro del cuadro, un extraño orificio deja entrever la luz del otro lado de la pintura, mientras cae una lluvia dorada, extremadamente fina y delicada, como “un rayo de luz filtrado bajo la puerta mal cerrada de lo desconocido”, para decirlo con palabras de Théophile Gautier.

SIN DUDA, Sema Castro ha creado un universo pictórico perfectamente reconocible, propio y exclusivo. Un universo que ya fue desde hace años, que es en las series actuales y que, muy probablemente, seguirá visitando, recreando y ofreciendo a los ojos del espectador en trabajos muy posteriores. Son escasos los cambios. Hablaremos, mejor, de leves modulaciones en este oficio de pintar. Como variaciones musicales sobre un mismo tema.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Raoul Ubac
Dibujos - guaches - esculturas




10 septiembre - 22 octubre
Galeria Thessa Herold
7, rue de Thorigny - 75003 Paris


La Galería Thessa Herold inauguró ayer una exposición con obras de Raoul Ubac, uno de los artistas vinculados al Surrealismo a los que este espacio ha dedicado mayor atención. El título de la muestra, Dessins - Gouaches - Sculptures no debe llamarnos la atención por su simplicidad, pues Ubac es conocido, especialmente, por sus célebres solarisaciones y brûlages en el ámbito de la fotografía de vanguardia, muy especialmente tras la publicación en 2000 de su catálogo razonado en las ediciones de Léo Scheer por parte de Christian Bouqueret. Se trata, ésta, de una buena ocasión para acercarnos a las otras facetas creativas del fotógrafo, y de establecer puentes entre unas y otras disciplinas. El catálogo Dessins - Gouaches - Sculptures publicado por Thessa Herold cuenta con los textos de Françoise Dumont y Dominique Delfieu, escritos con objeto de esta muestra.
Nacido en 1910 en la región de Ardennes, Bélgica, en Malmédy, Raoul Ubac encuentra el grupo surrealista en el transcurso de su segundo viaje a París en 1930. Sus fotografías de experimentación vanguardista -sus fotografías fósiles, sus series de Penthésilées, sus Piedras de Dalmatie o del Midi, sus desnudos de Agui- obtienen cierto reconocimiento entre los surrealistas y algunos de esos trabajos fotográficos se reproducen en la revista Minotaure. Con todo, de forma paralela a su labor como fotógrafo, Ubac lleva a cabo una obra plástica ciertamente original, en la que destacan, sobremanera, sus dibujos, muchos reproducidos en revistas y publicaciones colectivas. Sin duda, una de las técnicas trabajadas por Ubac más peculiares son sus ardoises -pizarras-, que comienza a tallar a partir de 1946: “J’avais trouvé par hasard une dalle d’ardoise et avec un clou, je crois, j’ai entaillé cette ardoise. J’ai été très étonné par la possibilité graphique qu’elle offrait...”. Después de los años de la Guerra, su amistad con Christian Dotremont lo aproxima a COBRA, participando en las publicaciones del grupo y en su exposición de Liège de 1950.
Si los escritos de Ubac dan cuenta, asimismo, de cierta habilidad para con la escritura, lo cierto es que éste nunca dejó de colaborar con escritores y poetas en múltiples proyectos, entre ellos, Breton, Éluard, Péret, Mariën, Nougé, Dotremont, Lescure, Frénaud o Bonnefoy. Fotógrafo, dibujante, pintor, escultor de ardoises, y un escritor entusiasta, Raoul Ubac fue un artista integral, comprometido hasta la médula con el mundo de la creción en su totalidad. Saludamos -y celebramos-, pues, desde nuestra región atlántica, esta exposición.

martes, 6 de septiembre de 2011

Más cuerpos en bandeja



Hace tan sólo un par de días visité el mercado de Santa Cruz, Nuestra Señora de África, para comprar fruta, ahora que el producto de temporada rebosa los puestos como pura manteca. Comprobé, entonces, la exuberancia anunciada por los manjares más deliciosos; el reinado efímero de las frutas paradisíacas y archimboldescas, como cuerpos robustos y frágiles a un tiempo, dulces mitologías del deseo.
Recordé de inmediato el libro Cuerpos en bandeja. Frutas y erotismo en Cuba -ya todo un clásico de las modernas letras cubanas- en el que el poeta Orlando González Esteva festeja la superabundancia del lenguaje neobarroco acercando al lector -al espectador- a la estética desenfrenada de las frutas tropicales. En este libro de edenes jocosos y atrevidos -¡vaya papaya!- los versos del poeta dialogan con el delirio tropical del pintor Ramón Alejandro, quien ha hecho de la pulpa anhelante y anhelada de la fruta una de las formas más altas de representación del deseo. Y es que, Cuerpos en bandeja es, sobre todas las cosas, una celebración de la capacidad evocadora del código artístico: frente a lo explícito, lo implícito; frente a la sexualidad -directa y lineal-, el erotismo -entredicho y curvilíneo-; frente a los movimientos de un corredor de fondo, la coreografía de una delicada bailarina; frente al discurso comunicativo y funcional, la inutilidad y el derroche del lenguaje poético. Orlando González Esteva -a quien por cierto intenté visitar, sin éxito, en Miami, con ocasión de una feria de arte, y a quien dejé unos libros en la recepción de un hotel sin que nunca supiera si llegaron finalmente a sus manos- nos ha tendido una trampa bajo la apetitosa exuberancia que se oculta y se ofrece, en bandeja, sobre el jardín de Eros.
Los versos de González Esteva y las frutas de Ramón Alejandro asaltan cualquier mirada, se brindan ante cualquier ojo. Recorramos los colores, las texturas, los olores, las cavidades húmedas: dejémonos llevar de la mano de los antojos del paladar.



[Ramón Alejandro, El instante pertetuo, 1996.]


Orlando González Esteva / Ramón Alejandro
Cuerpos en bandeja: Frutas y erotismo en Cuba.
Artes de México
Libros De La Espiral, 1998, 128, págs.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Y ahora qué escribir




Lo de escribir todos los días tiene su cosa; uno se sienta frente al escritorio, un tanto rodeado de libros y de objetos dispares que impiden ver el color de la pared del fondo, y no sabe cómo hincarle el diente a la página en blanco aún no escrita. Luego vienen los primeros garabatos, las anotaciones en los márgenes sobre este o aquel tema, las digresiones o, las más de las veces, unas cuantas palabras cuya caligrafía se resuelve en el pulso del lápiz por la evocación que una melodía no recordada incita en tu cabeza. No has podido olvidarla, obsesivamente, desde hace ya varias horas, desde el cominezo de la jornada, se diría. Finalmente te dices a ti mismo que de esa extraña música es de lo que quisieras escribir, pues poner en palabras las intuiciones es la mejor manera de hacer presente una idea, un pensamiento o una imagen, como si jugaras a revelar una fotografía en una cubeta en la que poco a poco fuera apareciendo, bajo las ondulaciones acuosas del revelado, los contornos de una imagen fabulosa. También sucede, en ocasiones, que debes repasar mentalmente todas y cada una de las tareas que has realizado en la jornada -ya próxima a extinguirse- acaso para caer en la cuenta, más vivamente, de algo sobre lo que te sientes obligado a escribir. Reparas en los detalles, en los discursos silenciosos, en los acontecimientos mínimos, en los vericuetos de tu expericiencia de hoy, y permaneces atento a cada cosa, mientras el texto que buscabas va apareciendo sobre la página ahora escrita.

martes, 30 de agosto de 2011



30 de agosto








Día de sol pleno, y esa nubecilla colgada en los celajes altos como un punto de fuga en el paisaje. Un agujero blanco o una leve pelusa sobre tus párpados; el humo de alguna hoguera de cenizas blancas como sábanas al viento, o la sombra de un ángel, se diría, o su huella, o el resto de algún plumaje, ya disperso, condenado a desaparecer en el fulgor de este día sin tregua.





Un día de sol pleno, idéntico y tan distinto a otros días; grande como una página en blanco que debe ser escrita. Parece no acabar nunca esta carretera que va marcando con sus líneas un camino imprevisto, mientras repasas mentalmente algunas de tus conversaciones de hoy, algunos rostros, un puñado de imágenes o fragmentos, lo mismo que meras fotografías.





Piensas que ya has vivido este momento varis veces, aunque no aciertas a saberlo exactamente. Miras este día azul pleno como el sol de la infancia para lavar la vista/ en el ojo saltado del vacío. (B. Noël)











jueves, 25 de agosto de 2011

La fobia cíclica








Saber hacer un buen café no es cosa fácil; tampoco lo es conocer un buen sitio para tomar café. Es toda una disciplina; todo un arte, se diría. Y aquél que conoce un lugar apartado donde tomarlo, pasa a ser el mejor guardador de secretos. Imprescindible alimento para el ánimo madrugador, un buen café abre horizontes insospechados en la rutina diaria y nos presenta buenas espectativas para la nueva jornada. Tomar café es tanto síntoma de inteligencia como de pertenecer a los tiempos actuales; y el gesto de empuñar una taza no es sólo una tradición sino toda una vanguardia.

Visionario y viajero, el poeta Victor Hugo dedicaba gran parte de su tiempo a dibujar con los materiales más diversos, haciendo aparecer con el lápiz o la acuarela, una y otra vez, prodigiosas imágenes sobre el papel a través de la mezcla de la tinta con carbón o café, y dejándose llevar por los caminos que le marcaba la intuición de su pupila.

Severo Sarduy confesaba haber frecuentado durante casi veinte años el café Flora, en un obsesivo ritual de ceremonias ininterrumpidas, como una suerte de fobia cíclica que alimentaba la pulsión de su escritura y de su pintura. Su exilio encontraba en el ritual de la repetición constante una manera de estar en el mundo: obsesiones, rituales, escrituras, manías y maneras que dotaban a su quehacer diario de un sentido único e irisaban las pequeñas cosas de un significado que trasciende la mera rutina. Pintar la misma pintura; reescribir el mismo texto, tomar el mismo café, como de costumbre.



martes, 23 de agosto de 2011



Tarde de martes








Tarde de martes, sin pena ni gloria, frente a la pantalla del ordenador. Y el silencio del pasillo de las oficinas, en el museo, a medio camino entre la ligereza del cristal y la dureza del hormigón; el silencio sólo interrrumpido por el tránsito repentino de algún que otro guardia de seguridad que hace la ronda. Pasan y dejan ver que pasan; se dejan ver, se diría, quizás para que no los eches en falta en la duración de esta tarde de martes, en pleno agosto. Tras los pequeños rectángulos de cristal que perforan los muros del edificio, puedo ver las hojas puntiagudas de unas palmeras que el aire balancea ligeramente, como si se tratara de la secuencia de una escena que acontece en otra parte ajena por completo a ti. Y a un lado y al otro de la mesa, lápices de colores, varios papeles con números de teléfonos anotados en los márgenes, un pequeño almanaque con la publicidad de la pirotecnia San Miguel, varios libros amontonados, más libros que esperan recuperar su hueco entre los anaqueles, alguna que otra caja con folletos dentro, una agenda, varios estuches de CD, un viejo gramófono portátil que funciona malamente, un diccionario que nadie consulta, un bote de miel a media asta, más libros... y otras cosas que me acompañan en esta hora en la que ya casi cae la noche.



sábado, 20 de agosto de 2011

La ausencia de dios




Leo en algún periódico de la prensa nacional que "más de ochocientos ochenta peregrinos tuvieron que ser atendidos por los servicios médicos" a causa de lipotimias y mareos, durante uno de los discursos del Papa en su viaje a Madrid. ¡Vaya por dios! Habría que reflexionar sobre la retórica de este tipo de manifestaciones multitudinarias, sobre la tramoya del espectáculo neobarroco que la Iglesia ha montado en plena capital de un país que en 1978 se eligió "aconfesional" o "laico", y en el que, ya en pleno siglo XXI este tipo de autos para la fe parece cosa de otros tiempos. Los que han acudido a esta bendición representan sólo una una pequeña parte del censo de "jóvenes" de nuestro país, aunque el seguimiento realizado por los medios y el tratamiento de la noticia sea, en ocasiones, tan desproporcionada que alguien podría pensar que los adolescentes de todo el país han acudido en tropel a santificarse y redimir sus pecados, los antiguos y los nuevos; algunos nuevos habrá -o estarán en fase de admisión- con la llegada de la era digital.

Desde luego, si el bueno de Jesucristo levantara la cabeza, seguramente sí que sufriría una lipotimia -y algún que otro mareo-, al comprobar semejante tergiversación de su legado de caridad, modestia y pobreza. Y es que, no hay sino que hojear la prensa o echar una simple ojeada a los acontecimientos de estos días para caer en la cuenta de que la ostentación y la pompa han marcado, en este caso, la diferencia. Y así, el lujo y la vanidad extrema de la Iglesia, como su pretensión de marcar los pasos por los que ha de seguir la vida pública -y hasta la más íntima y privada- de todos, contrasta con el sentido de las palabras y con el mensaje de caridad que pretende difundir y hacer llegar a las personas allí reunidas.

Por eso, mientras algunos leen con atención y a pie juntillas las cartillas aleccionadoras del amor cristiano, yo prefiero releer, una vez más, la décimotercera poesía vertical del argentino Roberto Juarroz:



La ausencia de dios me fortifica.

Puedo invocar mejor su ausencia

que si invocara su presencia.



El silencio de dios

me deja hablar.

Sin su mudez

yo no hubiese aprendido a decir nada.



Así en cambio

pongo cada palabra

en un punto del silencio de dios,

en un fragmento de su ausencia.



[Roberto Juarroz, Décimotercera poesía vertical, Pre-textos/Poesía, Valencia, 1994, pág. 37]

jueves, 18 de agosto de 2011

Carretera abajo












Al volver a casa, por la autopista del sur, piensas en el tiempo que pasas al volante entre una carretera y otra, entre un destino y otro, entre un lugar y otro. Aguzas la percepción para que nada de lo que sucede a tu alrededor se te escape, y te entretienes en repasar casi de memoria algunas escenas de la jornada, mientras te aferras más y más al volante. Visiones del vértigo. Gigantes, molinos de viento al conducir en retirada por la autopista del sur. Alta tensión la de mis pupilas inflamadas.





Ahora que la niña se ha quedado dormida aprovechas para poner la música de Air Waves. Una escritura –piensas– que posea esa extraña virtud melódica de arrastrarnos hacia un lugar fuera del tiempo cotidiano de los relojes.





Alta tensión la de esta tarde de color azul plomizo, mientras buscas el sosiego, el cobijo de una nube en lo alto.









Te deslizas llevado por la inercia de un motor en marcha, como quien escribe sobre las hojas de un cuaderno a rayas sin prestar atención a la caligrafía que dibuja la tinta sobre el papel.





A todo gas las palabras se esfuman más despacio; mientras las ruedas del vehículo giran y giran en tu cabeza revolotean unos versos caprichosos de la canción Le temps des cerises, en la versión de Patrick Bruel. Todo por constatar que vivimos en un mundo lleno de contradicciones.





El vehículo se desliza cada vez más deprisa, carretera abajo. La sensación que produce la inercia es lo más parecido a un punto de fuga por el que escapar irrenunciablemente. Algo así como una espiral en marcha o una puerta abierta en el tronco de un árbol, como en el cuento de Alicia.









Las montañas, a esta hora incierta en la que ya casi cae la noche, toman la forma de un gigantesco animal dormido.





Luces encendidas en casas lejanas. Pueblos, plazas, calles que son sólo líneas de luz, como cuando crees despertar de un sueño y las imágenes van poco a poco apagándose en tu cabeza.







viernes, 29 de julio de 2011

El objeto encontrado




Las manos, el animal, el cepillo de dientes... todo gira en una trueca infinita y despiadada, sin sentido. Todo, hasta estos pobres objetos arrojados por el agua hasta la orilla, entregados como dulces ofrendas a mis pies.

Dialéctica del objeto encontrado en una playa cualquiera, como quien tropieza con signos de interrogaciones en forma de nubes desafiantes.

Tú no has elegido al objeto; es el objeto quien te ha escogido a ti. Llegar hasta tus pies no ha sido una simple casualidad, sino una necesidad libremente asumida.

Esta pierna de muñeca rota, este caballito de juguete podría haber ido a parar junto a la toalla de la chica alemana que posa en la orilla con gesto de sirena, o junto a la barrigota de alguno de aquellos cuerpos veraniegos tumbados al sol; pero no fue así. Tú fuiste escogido por estos pobres objetos para darles una vida separada de la inercia del agua. Una vida literaria, tal vez; épica, acaso. Más, ¿qué se podría contar un con cepillo, unas piernas de poupée, un caballito de juguete, la ruedecilla verde del tiovivo de un manso ratoncillo, sino la historia de una gran pasión surrealista?

Cada objeto encontrado posee su propio signo del zoodíaco, su propio rumbo y destino. Saberlos interpretar no es cuestión baladí. Su aparición en uno u otro momento suele tener mucho que ver con el sentido que adquieren los acontecimientos en la vida de quien los encuentra.

Hágase una epifanía del mechón de pelo hirsuto encontrado en la arena de una playa cualquiera; un elogio del cráneo semipartido hallado junto a una carretera; un elogio de los signos grabados sobre una roca por una mano anónima, ya perdida en el tiempo. Hágase un elogio al trozo de madera moldeado involuntariamente por los olas del mar, o al cenicero diminuto con dibujos de barcos que aún conservas en alguna caja de objetos olvidados.

Esos objetos encontrados y ahora puestos sobre una mesa blanca de disección se encuentran a la espera de una mano que los redima y les devuelva el sentido final de su trayectoria.

lunes, 25 de julio de 2011

Don Gregorio, de Teguise




Me dijeron que probablemente sólo lo encontraríamos a eso de las seis de la tarde, hora a la que acostumbra a regresar con sus cabras. Y allí estaba, sentado dentro de un cuarto semioscuro, a la sombra, con la radio encendida y los ojos puestos en alguna lejana parte del paisaje, mientras kíkeres saltones y gallinas comunes deambulaban a sus anchas junto al tomadero. Veníamos a por queso y queso hallamos. "El mejor de la comarca -me dijeron- es el que hace don Gregorio, el más auténtico". Así que pregunté a unos y a otros hasta que dimos con él. Hombre sencillo, don Gregorio, de sencillas costumbres, y de antiguas maneras. Hospitalario, de mirada cabizbaja y sombrero perpetuo. Bloques desnudos, sin enfoscar, y en desorden, daban un aspecto inacabado y descuidado a los cuartuchos en los que vive el viejo: una puerta verde y una suerte de jaula con celosías de color verde, alta, le servían para almacenar y airear los quesos, y compensaban la desolada visión de un paisaje sin árboles ni arbustos.
Todo un personaje, Don Gregorio de Teguise, sobre las calcinadas tierras de Lanzarote.

viernes, 15 de julio de 2011

Abecedarios del aprendiz




Bálsamo de julio. Este sol que golpea tu cara y llama a la puerta insistentemente.

Balandras del verano varadas en un puerto de pescadores, como en un intento de hacer perdurable la imagen en blanco y negro de viejas fotografías.

Busco una chocolatina que me ofrezca la miel boca a boca, el cautiverio suave de unos labios.

Bienaventurados aquéllos que saben lo que hacen en todo momento.

Botón: 'Tenía la cabeza pequeña como el botón de una muñeca'.

Beroles con flores amarillas hasta donde alcanza la mirada, y húmedas paredes de tierra fértil a lo largo del sendero y hasta donde se extiende la mirada.

Beletén fresco y recién ordeñado para el señorito.

Bajar las escaleras sin mirar dónde se pisa, como si nada.

Basta de decir –o no decir– lo que vamos a hacer. Hágase.

Brindis, brezos, brocales diseminados por doquier, como en un juego de naipes que el viento lanza el volandas.

viernes, 8 de julio de 2011

Cuaderno de junio
o algo más sobre la continuidad de los parques




http://narradorescanariosactuales.wordpress.com/2011/07/08/cuaderno-de-junio-o-algo-mas-sobre-la-continuidad-de-los-parques-isidro-hernandez-gutierrez

miércoles, 6 de julio de 2011

Elogio del lector


http://mayora.blogspot.com/2011/07/el-cuaderno-de-isidro-hernandez.html




Bien está que subraye en estas páginas virtuales de El aprendiz la generosidad del escritor Álvaro Valverde (Plasencia, 1959), quien ha escrito en su blog una reseña sobre nuestro Cuaderno de Viaje, publicado en 2008 en la colección La Caja Literaria - Serie Ensayo (CajaCanarias, Santa Cruz de Tenerife). Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a Valverde, pues no resulta nada habitual entre escritores y poetas prestar atención a libros como éste, escritos hace ya algún tiempo y publicados en una editorial al margen de los circuitos que gozan de una adecuada distribución y visibilidad. Libro o cuaderno construido, además, con las formas breves que el tiempo nos ha ido imponiendo a su capricho, pues la descontinuidad y la fragmentación del discurso son fuentes necesarias de las que se nutre todo diario. Libro o cuaderno, en fin, escrito por un poeta a quien Valverde no conoce personalmente. Esa actitud de lector sin tapujos ni prejuicios más allá de las debilidades impuestas por su sana empatía, dignifica el oficio de escritor y de lector (que en el fondo es lo mismo) del poeta Álvaro Valverde, de quien, por cierto, hemos encontrado esta fotografía en internet. Gracias.

Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) es autor de libros de poesía como "Las aguas detenidas","Una oculta razón" (Premio Loewe), "A debida distancia", "Ensayando círculos", "Mecánica terrestre" y "Desde fuera", los tres últimos publicados por Tusquets Editores. También de dos novelas ("Las murallas del mundo" y "Alguien que no existe"), un libro de artículos ("El lector invisible") y otro de viajes ("Lejos de aquí").


viernes, 24 de junio de 2011

Haragán caballerete




Imberbe tonto de bote y paja. Muñeco espantapájaros suicida, Haragán de la noche de San Juan, rechoncho y cipote.


Pasto para las llamas por dandy y presumido, por figurín y caballerete, esta noche arderás en los infiernos, Haragán.


Para que cambies de todo traje y de todo mal nos libres, esfúmate Haragán perezoso, chamuscado por el fuego.




Haragán pelambrero, boliche de madera y trapos viejos.


Haragán bocinegro, los niños que te miran arder saben bien que esa noche se mearán en la cama.


Machango rebujado y de mala fortuna, zángano alongado al barranco de sus cuitas, tus ropas engullidas por las llamas ahuyentan las corujas de mala andanza. Porque estás tan abajo no temes la caída.




Haragán holgazán y cabezota, muñeco de paja y chibichanga, guanajo en las cosechas, batata y cabezón. Tonique que no atina con el sacho. Haragán sorullo.




Haragán condenado, tu camisa de cuadros ya no me pertenece.


Caboso en los días de mala pesca, hacedor de malapata y mala hierba. Haragán lechuguino y petimetre que te vas sin pagar de todos los convites.


Haragán sacopulgas y simplón, arderás por tu maña y tu suerte de aguacero.


jueves, 23 de junio de 2011

El gran circo (II)












Toda la tarde en el gran circo. Feriantres y turistas de tristes modos fotografían la heredad del sol hasta el agotamiento, contemplan desolados malpaíses.





Aquí, en el gran circo, el tiempo se condensa en un soplo de aire. Sientes la presión en tus pulmones y el pulso se arredra más despacio, como para recordarte has de regresar solo, entre el silencio sobrecogedor de las piedras y las arenillas blancas.





La espiga en flor del tajinaste rojo, estilete solar que marca el ritmo de tu corazón como marca el pulso zigzagueante del vuelo de los insectos libadores de néctar.











Mira las altas torres, las murallas, las lápidas afiladas e hirientes, las arrugas del paisaje.





Robé con la mirada un manojo de frescas margaritas, violadas para ti. Si miras a mis ojos sabrás del color de sus pétalos-pupilas.











La mirada puesta en todo y el sol desafiante e hiriente quebrando la mirada hasta el mareo o la fatiga.





Imaginas los ríos caudalosos, las fuentes que en otro tiempo debieron cursar el corazón de la tierra. Sientes el fluido de las galerías sobre las que debes estar caminando ahora, los recovecos subterráneos sólo visitados por insectos ciegos.





Imaginas todo lo imaginable en ese instante en el que el sol te golpea con tanta violencia que agachas la cabeza en señal de hastío.





Todo la tarde en el gran circo, como quien se asoma a un caleidoscopio de maravillas celestes.



miércoles, 15 de junio de 2011

Lars 40




El diseñador gráfico Lars Amundsen [www.designbylars.com], noruego afincado en Canarias, frisa ahora los 40. Como en un cuento medieval, esta suerte de Thor del diseño, se ha hecho a la templanza de los vientos del sur gracias a los encantos de sus dos "emes" mágicas: Margarita y Martina.


Llamado por algunos "poeta del diseño" y por otros "hacedor de cabriolas tipográficas", en sus manos cualquier rótulo explota en cien haces de mil colores arcoiris; cualquier piedra se transforma en lavas con sabor a chocolate; cualquier libro o catálogo en una ventana abierta al infinito de lo posible imposible.




Desde hace ya algún tiempo compañero de Cristina Saavedra en el departamento de diseño del centro de arte TEA Tenerife Espacio de las Artes, desde su altura de acorazado del norte -aunque tierno como el vuelo grácil de un gorrioncillo travieso-, a cada paso Amundsen va regalando a sus compañeros de trabajo, entre los que tengo el placer de encontrarme, sonrisas desde todos los frentes y en todas direciones.




Ajedrecista implacable, Lars Amundsen es sota, caballo y rey a un tiempo en el amor. Cuando pasea por las calles de Santa Cruz, sereno e indolente como quien trae a su memoria recuerdos de la nieve mientras el sol tatúa sus mejillas, cientos de ojos suspiran y bocas se estrecemen.


Monósílabo dulce, decir Lars 40 es decir 100 Pipers, Jura 16 years old, Blanton's, The glenrothes o, en fin, Tequila casa dragones.


Mago de las artes visuales, cuando se piensa en Lars se piensa en cabriolas tipográficas, en ojos-rótulos, en juegos de prestidigitación gráfica, en emergencias cinéticas y precipicios de la mirada más alucinante.



miércoles, 8 de junio de 2011

Lusitania Fantasma



Miguel Pérez Corrales, Lusitania Fantasma, Col. Miradas - Ediciones La Página, Madrid, 2011, 573 págs.


Bien está que el lector de libros de viaje repare en una de las últimas entregas de La Página Ediciones, publicada dentro del catálogo de su colección Miradas. Cómplice al fin de los paisajes entrevistos por quien ha escrito los capítulos de este amplio volumen, el lector sin prejuicios sabrá enredarse de buena gana en el hilo que tejen las casi seiscientas páginas de esta auténtica guía heterodoxa para viajeros insomnes.
De Norte a Sur, Miguel Pérez Corrales va trazando sobre la geografía portuguesa la suma de sus andanzas. Lusitania Fantasma no es un libro de viajes cualquiera; tampoco, claro está, una guía de viaje al uso: Lusitania Fantasma inaugura, más bien, el género -heterodoxo- del libro de viajes elegíaco. De registro inclasificable, este extensísimo tratado sobre Portugal y sus rincones más insospechados es también un manual de instrucciones para viajeros sin rumbo fijo, útil para aquellos nostálgicos del Portugal pre-Euro y de los usos y costumbres de Os Lusíadas de entonces.
Lusitania fantasma se nutre de la mirada nada convencional de quien recorrió sin descando los más perdidos parajes de la tierra portuguesa: cada región descrita contiene una "elegía final" en la que el autor muestra su indignación por los atropellos, desmesuras y desmanes que han sufrido, en nombre del "progreso", lugares como Viana, Faro o Beja, y a cuya radical transformación han asistido los ojos de este viajero trashumante. De hecho, ya nos lo advierte el autor en una nota preliminar al libro: "Inicié Lusitania fantsma como un libro de letanías arrobadas a la tierra portuguesa, dividida en sus distritos correspondientes, más un capítulo autónomo para el Alto Duero y otro para la ciudad de Lisboa. Al final de cada visión, añadía unas notas amargas sobre el proceso de degradación a que yo había asistido".

domingo, 5 de junio de 2011

Narradores Canarios Actuales
(Espacio de difusión de la narrativa escrita en Canarias)




Editorial.

El panorama de la narrativa canaria actual (o de la actual narrativa escrita en Canarias) no es homogéneo. Todo lo contrario. A día de hoy, superados los distintos mimetismos de los años 70, 80 y 90, y aquella suerte de realismo mágico canario, más próximo a un tardo-regionalismo a destiempo que a propuestas serias de experimentación o apertura del género, las líneas de escritura activas en los últimos años (estilos, temáticas, recursos y fines) son de una rica y abierta diversidad. Por tanto, no creemos que, como se suele afirmar, la narrativa canaria sea, cuantitativamente y cualitativamente hablando, pobre. Ocurre, sin embargo, que, por diversas razones que no vamos a analizar ahora aquí, la mayor parte de los nuevos narradores canarios ha permanecido en un más que discreto segundo término.

Las voces de los narradores canarios actuales se arraigan con fuerza crítica en complejas y muy diversas tradiciones narrativas. No son meros espejos de las actuales corrientes posteriores al Boom latinoamericano, ni tampoco, y esto podría ser uno de los rasgos más interesantes, actúan al dictado de las distintas modas narrativas peninsulares o las exigencias de la industria editorial. Proponen, antes bien, un discurso multifacético y heterogéneo capaz de dialogar con lenguajes tan diversos como los de la poesía, los de ciertas tradiciones narrativas europeas, los de algunos narradores latinoamericanos jóvenes y heterodoxos o los del cine, las artes plásticas o la música más innovadores.

Conscientes de la dificultad a la que se enfrenta la gran mayoría de los narradores canarios actuales a la hora de publicar y difundir su obra (hecho que se ha acentuado mucho más en esta época de recesión económica), hemos creído muy oportuno crear este portal como una herramienta de difusión que ponga a disposición de los lectores un conjunto de textos narrativos perteneciente a una nómina de autores que, sin lugar a dudas, habrá de ser ampliada en el futuro más próximo.

Aunque, desde luego, lo “actual” podría definirse como lo que forma parte del presente, y por tanto podrían tener cabida en este portal autores de las más diversas edades o generaciones, hemos creído útil y, por el momento, necesario, limitarnos a aquellos nacidos a partir de 1960. Conscientes, asimismo, de la dificultad de acotar el concepto de “narrativa”, hemos dividido el portal en dos secciones fundamentales. “Relatos” contendría textos narrativos de cierta extensión más o menos unitarios. Por su parte, “Otras narrativas” acogería desde fragmentos de novela o entradas de diario hasta microrrelatos, aforismos, crónicas o textos autobiográficos. El portal se completa con una sección, “Entrevistas”, en la que se publicarán conversaciones con diversos narradores. Y en un futuro ojalá no muy lejano tenemos previsto incorporar secciones como “Autor invitado”, “Ensayos críticos” o “Noticias”.

Narradores canarios actuales no es ni un blog ni una revista digital. Se trata más propiamente de un espacio activo que puede resultar provechoso como herramienta de consulta y lectura, no sólo para los lectores en general, sino para críticos, periodistas culturales, profesores, alumnos, editores, gestores culturales, etc. Por otra parte, queremos hacer constar que Narradores canarios actuales es un espacio abierto a nuevas propuestas en el ámbito de las escrituras narrativas. Por tal motivo, todos aquellos escritores que deseen enviar sus colaboraciones con vistas a su posible publicación deberán dirigirse a los correos electrónicos que figuran al final de estas líneas. El Comité Editor tendrá en cuenta únicamente textos inéditos de autores canarios nacidos a partir de 1960. Junto con el texto, habrá de enviarse una breve nota biobibliográfica.

F. L., R.-J. D. e I. H.

El Comité Editor de Narradores canarios actuales está fomado por:
FRANCISCO LEÓN (levi_leon@yahoo.es) | RAFAEL-JOSÉ DÍAZ (rafaeljosediaz1971@gmail.com) | ISIDRO HERNÁNDEZ (isidrohernandez1975@gmail.com)

http://narradorescanariosactuales.wordpress.com/

miércoles, 1 de junio de 2011

De Armas





Como una conocida canción del poeta y cantante Leo Ferré interpretada por Bertrand Cantat en el álbum del grupo Noir Désir, "Des visages, Des figures", las palabras del periodista Gilberto Alemán de Armas, intactas, azules como la tierra, brillantes como lágrimas.

Nacidas desde el fondo de la memoria de sí mismo, la escritua sencilla de Gilberto Alemán -cronista como pocos, lazarillo de una memoria olvidada- dignificó la tarea del periodismo en Canarias durante décadas. El respeto que supo ganarse entre los que lo conocieron alguna vez -y entre los que lo leímos algunas veces, con el café de la mañana o el tranquilo son de la tarde- bien merece estas líneas de admiración y agradecimiento a su presencia sencilla, a su perseverancia al servicio de la memoria.

Necesaria labor la del cronista. Oficio antiguo como pocos, éste de contar lo que se ha visto y hasta decir con palabras lo que ha podido verse a través de los ojos del alma o la memoria.

Contar hasta cien para luego narrar lo que se ha visto desde el fondo de sí al pasar por una calle cualquiera, al transitar una plaza conocida, al frecuentar un parque en el que algunas vez fuiste niño.

Sus auténticas armas: los detalles, la vida del afuera más cotidiano, la calle con mayúsculas, la ciudad y sus cosas más corrientes. Eran éstas, en verdad, las que alentaban las crónicas periodísticas de Gilberto Alemán. La palabra. Éstas eran sus cosas; éstas eran sus armas.

[Fotografía: Gilberto Alemán de Armas]

lunes, 30 de mayo de 2011

Una copa con alas





¿Cuál sería la copa con alas? ¿Se encontraría entre una de éstas de color arcoiris, aquélla que creyó ver José Martí entre sus manos, apurando sus últimas gotas hasta el abandono, apretando sus bordes de cristal como labios carnosos?

domingo, 1 de mayo de 2011

La mala andanza, mis botas.




Tienen esa pequeña cosa que fascina, mis botas. Quietas, intactas, recién llegadas de todos los frentes, mis botas reclaman su lugar entre las cosas.


Míralas ahí sobre la tierra, sobre la hierba flexible y húmeda. Contémplalas también sobre el asfalto. Y míralas sobre las escaleras, imitando una conocida fotografía del surrealista belga Marcel Mariën.


A veces parecen mirarme, mis botas, como reclamando esa estocada final que las redima del peso de mis pies, de la losa de mis talones sobre la plantilla de su existencia.



Hay días en que, al contemplarlas a solas, intactas y sombrías sobre la repisa o escondidas en el interior de la zapatera, tengo la sensación de que tampoco a mí me pertenecen, mis botas. A ellas les gusta simular una otra vida, acaso independiente y propia, acaso ajena por completo a mis pies.


Míralas ahí, tiradas en cualqier rincón de la casa, ocupando cualquier resquicio libre con el pretexto de quedarse quietas por un momento, jugando a parecer inertes, como en una naturaleza muerta ejemplar y ejemplarizante.


Ellas nos recuerdan las calles por las que alguna vez pasamos, pero también, sobre sus cordones y empeines, muestran las llagas que dejaron los otros caminos, las cicatrices de las rutas que jamás transitaron.


Mis botas mordiendo el polvo, desahuciadas y tristes como un juguete roto o como un cristo en la cruz.





A ellas les debo el buen andar de mis rodeos nocturnos, el caminar rutinario de mis bienaventuranzas.


A veces siento, a cada paso, su lamento por todos aquellos lugares que jamás frecuentaron, por los paisajes que jamás otearon desde la atalaya de su frente de cuero y betún, desde la altura de su talón sin cámara de aire, desde las cavidades de su suela sin almohadilla de poliuretano y sin membrana impermeable. Y a veces también escucho el taconeo de su mala andanza por páginas nunca leídas, por cuartillas jamás escritas a lomos de su grupa.


Suelo y cabeza sobre los hombros, vértebra medular de mi esqueleto, a mis botas les debo la maravillosa pirueta del equilibrio. Tambien mis pasos de baile más insospechados. Ellas son botas arquetípicas y aereodinámicas, el eje longitudinal que sostinene el principio de todo movimiento.


Sí, tienen esa pequeña cosa que fascina, mis botas, en sus paseos futuros al sol bajo el cielo de ciudades que ignoro.




[La última imagen es obra de Marcel mariën, "L'esprit de l'escalier", ca. 1952.]

jueves, 21 de abril de 2011

El gran circo




Aquí todas las cosas están hechas de tiempo. La pupila tropieza con las rocas, se reinventa a sí misma y se olvida de sí hasta donde la mirada alcanza.


Se diría que todo lo que abarca la mirada es el mismo paisaje y, sin embargo, no hay un rincón igual al otro, una brizna de hierba igual a otra, un puñado de piedras o de tierra igual a otro. Al caer la tarde, en el Gran Circo.


Todo va volviendo a su sitio, como si nada de lo ocurrido en el día de hoy hubiese sucedio aún. Como si tus pisadas sobre las piedrecillas de arenas blancas no fuesen más que un pasajero espejismo.





La sensación de estar en el interior de una oquedad sin final, fuera del tiempo, al margen de la vida.


Llevas el peso de las piedras en la retina. Y a donde quiera que mires un ala plomiza intenta retomar el vuelo.


Confusa sensación de vacío y de plenitud a un tiempo, como si entre estos malpaíses el Todo se conjugase con la Nada.


Una bandada de andorillas vueltas ceniza se precipita sobre tu cabeza.




Carretera abajo te sumerjes en las faldas de una corona forestal con sabor a infancia adormecida.

martes, 19 de abril de 2011

Il mondo e bello




Detrás de cada barra de bar hay siempre una chica a la que parecemos no importarle lo más mínimo. Lo mismo da que pidas una cerveza que un vaso de agua; ella siempre querrá atenderte con indiferencia. La barra del bar te separa de su corazón.

Mírala, tan fresca, sirviendo cerveza por aquí y por allá como despreocupada de la cámara de fotos que esgrimes entre las manos con miedo a ser delatado por la torpeza de algún gesto.

La chica de la barra -ella es ella y es, al mismo tiempo, todas las chicas de barra de bar- siempre ha sabido que la miras cuando te da la espalda. Ella juega a no saber que la estás mirando, a ignorar que la estás desnudando con la mirada.

Te gusta ver cómo baja la palanca a presión del barril de cerveza, tan suavemente, balanceándose con el movimiento descendente de su cuerpo, mientras concentra la mirada en la espuma que cae en cascada y rebosa la jarra.

Diosa nocturna, llevas la espada de Perseo sobre la grupa de tu delantal... ¡Ah, joven Salomé, yo sé bien que cortarías mi cabeza si pudieras...!



Leo en la espuma de cerveza que ha quedado en el fondo no sé muy bien qué signos secretos, como quien a ciegas intenta interpretar las aguadas que han dejado los pozos del café o como aquél que deshoja, en silencio, primaverales margaritas.

Casi me duermo mientras escribo estas líneas... Me duermo sobre tu vientre de sirvienta de cafetería, sobre tus nocturnas pupilas de loba en celo, sobre tu delantal, sobre el licor que ha manchado tus labios esta noche, sobre tus pechos entrevistos en mi pensamiento, sobre tu cuerpo de ángel condenado a la servidumbre...



Ah, niña florentina. Abre de una vez el cofre de los deseos, la rosa de cien pétalos que ofrece tu mirada al viajero sediento, mientras tu camiseta roza levemente esta espuma de fantasía... Car j'ignore où tu fuis, tu ne sais où je vais,/ Ô toi que j'eusse aimée, ô toi qui le savais !