viernes, 15 de junio de 2012

Tahíche Díaz expone                                          




Este sábado 16 de junio, a las 19:30 horas, Tahíche Díaz expone sus Parábolas y retablos en  el recientemente rehabilitado Espacio de Arte “La Casa de Piedra” de Garachico; sin duda, un lugar idóneo, esta casa señorial del siglo XVII –antes Palacio de los Condes de la Gomera–, para albergar sus obras.

La magia de las creaciones de Tahíche Díaz –que desde las galerías de El Paseante (La laguna, Tenerife) ha venido desarrollando, con rigor y constancia, un trabajo de prometedoras expectativas– se nutre de una suerte de dinamicidad sorpresiva: las cosas; animales y personajes han sido tocados por una insólita varita y, en un instante, nada es ya lo que era. De su mano, cualquier cosa se convierte en materia fácilmente moldeable, flexible y versátil. Ante sus decorados vivientes, la coherencia y la lógica del pensamiento humano se quiebran: el mundo habitual se desprende de sus certidumbres para devenir sorprendente y extraño. La vida física y material, y hasta el reposo pesante de los objetos, parecen recibir una animación caprichosa que los traslada hacia otra realidad, cuya explicación y sentido se encuentra en su propia mutabilidad e incertidumbre.


Por todos es conocido y reconocido el dominio técnico que este autor ha logrado en diversos ámbitos –escultura y dibujo–, así como su peculiar uso de la sátira, el humor y la fantasía como piedra de toque de unas obras que trasgreden los límites habituales de la escultura y logran poner ante nuestros ojos un inusitado engranaje de escenarios y figuras. Sus personajes, hombres y animales, emergen de estancias y pasillos que se proyectan hacia un interior que queda oculto tras puertas y tabiques, afamándose el artista en una abigarrada perspectiva de tratamiento clásico. Ese espacio trasversal y aparentemente estable se trastoca, casi siempre, en un mundo de locos –el presente mismo que nos ha tocado vivir–, y de estos retablos surgen personajes sarcásticos, rientes y lúdicos –a la manera de bufones de antiguas cortes, únicos en ridiculizar con sus rotundas verdades–; pero también miniaturas animalizadas o metamórficas que, en sintonía con nuestra era, desenmascaran la irracionalidad y la enajenación del tiempo presente.

Asimismo, los dioramas en caja y las figuras policromadas de Tahíche Díaz –en ocasiones se diría que dotados de vida propia, y gobernados por no se sabe qué hilos– bien podrían evocar los minúsculos teatros checos, con títeres de elaboración artesanal y dotados de una gran cantidad de cuerdas que proporcionan movilidad y equilibrio. Quizás las obras de Tahíche Díaz, lúdicas y obsesivas, pretendan el extrañamiento del espectador, testigo atónito de una auténtica fiesta barroca en la que reina el disfraz, la alucinación y la metamorfosis, para lo que el artista utiliza una madeja crítica de escenas carnavalescas que no sólo se mofan de nuestros vicios e inquietudes, sino también de buena parte de las contradicciones del arte actual.