sábado, 15 de noviembre de 2014



Domingo Vega en la Galería Fleming:

hacia una Hermética Vegetal




Ningún otro pintor como Domingo Vega ha sabido mostrar la extrañeza que descansa en los objetos vegetales cuando éstos se encuentran solos, aislados sobre la tela del lienzo o dibujados en su fragilidad más íntima. Domingo Vega ha sabido expresar de forma renovada un motivo tratado por la pintura de todos los tiempos. Sus constelaciones vegetales, herméticas y silenciosas, suspendidas en la incandescencia fugaz de una miniatura pintada con la perseverancia de un anacoreta, nos transportan hacia otra realidad sólo hecha posible en el milagro de la pintura.

Los lienzos de Domingo Vega han dado la luz a una mitología vegetal diseminada en un raudal de sorprendentes imágenes simbólicas, donde el hombre florece metamorfoseado en empatía y total concordia con la Naturaleza. Éste que nos ofrece el pintor, es un mundo primario y mitológico, acaso fuera del tiempo habitual de los relojes de la vida moderna, detenido en diminutos acontecimientos imperceptibles para el ojo, y sólo accesibles en la eclosión de oníricas revelaciones vegetales: el brote lento de un bejeque; la floración de una retama siempreviva en el instante perpetuo de la pintura; el vuelo de un insecto entre las ramas de un bosque legendario, el perfilado dibujo de una hoja de helecho.

Las pinturas de Domingo Vega son todo menos un simple inventario natural y, sin embargo, se nos muestran ante los ojos como una soñada clasificación de especies abiertas hacia otra escala de la realidad sensible.

Domingo Vega ha desarrollado una obra en libertad y radical, totalmente autónoma, aislada y ajena a los caprichos del mercado del arte. Su pintura se nutre, desde el principio, de la sobreabundancia y la revelación oníricas que manan de la Naturaleza. La pintura de Domingo Vega es, por todo ello, de una rotunda actualidad, pues de su pincel han brotado algunas de las más hermosas y sorprendentes composiciones que la pintura canaria ha dado al Simbolismo





martes, 21 de octubre de 2014

Daniel Abreu - Premio Nacional de Danza



Hoy hemos conocido por la prensa la noticia de que el bailarín y coreógrafo canario Daniel Abreu ha recibido el Premio Nacional de Danza. Vaya desde aquí nuestro más encendido elogio; nuestro saludo más entusiasta por esta tan buena noticia. 
Y adjuntamos aquí ("linkeamos", como ahora se dice) nuestros comentarios del veinte de enero de dos mil trece a su espectáculo Cabeza, que la compañía Daniel Abreu estrenó en Barcelona y Tenerife por aquellas fechas. Este es el enlace. Esperemos que funcione; nunca se sabe con las cosas de la informática.

[http://elaprendizcuadernodecontradicciones.blogspot.com.es/search/label/Daniel%20Abreu]



domingo, 28 de septiembre de 2014


En la muerte de Arturo Maccanti




[Este texto ha sido publicado en la octava entrega de la revista de arte, poesía y pensamiento Piedra y Cielo, dedicada en su última edición a la presencia de la obra de Arturo Maccanti en la poesía en lengua española de nuestro tiempo. Véase en http://piedraycielo.eu/]



domingo, 7 de septiembre de 2014


El perro de Blanca





Día de sol pleno en Araya. De sol. De luz que castiga los párpados. El perro de Blanca me ladra cuando me llego hasta su puerta, flor de la ladera abajo. Aparentemente está siempre tumbado a la sombra, pero cuando me acerco a la casa el chucho aparece desde todas partes, moviendo la cola en todas direcciones, una y otra vez como fusil nervioso. Uno no sabe entonces si es uno o varios animales a un tiempo, porque todos los perros de Doña Blanca se parecen, hasta el punto de que sus hijas suelen ponerles nombres idénticos. 

No sé sabe muy bien lo que significa desaparecer en extrañas circunstancias, porque la muerte, como la vida, es, en sí misma, extraña, y no necesita de aderezos retóricos ni calificativos inclasificables. Lo que sí que no puede saberse con certeza es lo que pasa por la cabeza de aquel que decide quitarse la vida -quitarse de en medio, suele decirse de forma coloquial- dejando tras sí una estela de incomprensión, dolor y tristeza absolutamente indeleble. Incomprensible y sórdida, a un tiempo, como el eco de un ladrido que retumba desde el interior del tímpano, como una obsesión.  





miércoles, 27 de agosto de 2014

 Los invernaderos


Tienen algo los invernaderos abandonados, siempre al sur de cualquier cosa; un olor a tiempo ido por entre las rendijas de los muros y las rasgaduras de los techos, tal vez agazapado en el interior de los macetones que se acumulan unos sobre otros formando columnas infinitas.

Algo fantasmal en los invernaderos abandonados, como jaulas inmensas hechas con plásticos rotos, rasgados por la furia de los vientos.

Jugar a los dados en los invernaderos ("invernáculos" los llamaría nuestro divino Cairasco) o contemplar el vuelo sigiloso de libélulas en fuga. Se respira en el ambiente un silencio respetuoso de ceremonia sin causa,  una mala brisa como de rimas inacabadas, entre las malas hierbas que se abren paso por aquí y por allá, acampando a sus anchas donde mejor convenga.






lunes, 25 de agosto de 2014




25 de agosto
Un día me hablaste de la utilidad de lo inútil, y me confiaste tu propósito de estudiar una lengua muerta o casi muerta (creo que te referías a eso que llaman una lengua minoritaria, aunque no quise preguntar porque éste es un término ofensivo para algunos), pues al fin y al cabo, decías, todos íbamos a morir y ésta era una buena metáfora del final. No sé muy bien en qué pesabas cuando decías esto, pero siempre me ha parecido una idea brillante o, al menos, ingeniosa. Estudiar una lengua que sólo puedas compartir con los supervivientes de alguna hecatombe o con los náufragos de alguna gran guerra. Algo así como escribir un poema para nadie, sólo por el placer o la necesidad de escribirlo; incomprensible e incomprendido por todos, útil, al fin y al cabo, en su absoluta inutilidad.




sábado, 23 de agosto de 2014



sábado, 23 de agosto
Esta estupidez de llevar un diario o una libreta en los bolsillos, en estos tiempos en los que no se llevan libretas ni diarios. De hecho, no hay nada más insulso y baladí como un cuaderno asomando por el bolsillo del pantalón o la chaqueta, a la manera de un extraño artefacto, o como si en verdad se tratase de un viejo reloj de bolsillo. Algo así como llevar un caparazón a cuestas en donde esconderse o sumergirse, y hablar a solas. Y lo más difícil de todo, sin duda, apurar hasta la última hoja del cuaderno. Esto, en mi caso, parece un imposible; normalmente se empieza un cuaderno y se prosigue en otro -aún sin acabar- como quien va saltando entre las piedras para cruzar un riachuelo, solo que aquí no se llega a ninguna parte. Sí, continúas escribiendo en una libreta antes de haber acabado con la anterior, antes de haber garabateado en todas y cada una de sus hojas en blanco. Es, ésta, una extraña costumbre, pues a veces tampoco sabemos muy bien cuál es la libreta que prosigue a la anterior (una y otra carecen de numeración alguna y hay que hacer ejercicio de memoria para saltar de una otra), aunque normalmente siempre hay algún rastro como de baba de caracol en esta rara costumbre. Y qué decir de esas otras veces en las que la escritura acaba por abrirse cada vez más hasta alcanzar la forma de un garabato incomprensible e interminable a lo largo de varias páginas del cuaderno; formas abstractas, inimitables e irrepetibles, guiadas, tal vez, por el capricho del azar.



miércoles, 6 de agosto de 2014


                       Piedras caídas




Han caído las piedras, y también algunos árboles. Han caído las piedras y han rodado unas sobre otras hasta formar un extraño mosaico de figuras. Peña arriba, los árboles adoptan formas cada vez más imprevistas, verticales, como verdes fogatas que pudieran contemplarse desde lejos.

Todo lo abarca la mirada, a golpe de vista de pájaros. Tras los pinos más altos, seguro podrá hallarse algún refugio.  Una leve quebrada en la que resguardarse de este sol cenital. (Si así fuera podrías quedarte allí hasta retomar el descenso). Y tras el refugio, de nuevo la presencia tutelar, montaña arriba, del sol en la altura, como una idea fija que taladra la herida hasta el cansancio.




lunes, 7 de julio de 2014

De Gigantas y Cabezudas



Llegan las gigantas y cabezudas. No se sabe muy bien de dónde, pero están ahí, por todas partes, acechadas y acechantes, oteando el horizonte. Van llegando. Miran con la cara de las locas, haciendo grandes muecas; encendidos los globos de los ojos.

Ah, esas gigantas, alzadas en rebeldía como molinos de vientos giratorios. Míralas. Y contempla también las cabezudas, rompiendo lo que encuentran a su paso con sus duras molleras; obstinadas cabezotas de varapalo.

Desde todas las calles van llegando, las gigantas. Se las ve por entre los altillos y las azoteas más insospechadas, a las cabezudas. Por entre las calles de líneas paralelas, con trajes fastuosos y sombreros con guirnaldas de feria. Algunas llevan las manos en la boca, con sonrisa picarona por quién sabe qué fechorías o dislates.



lunes, 17 de febrero de 2014

Trío busca cuarteto




Quién ha visto y quién los ve, a este Trío, buscando un sonoro cuarteto.

Magos de la composición, poetas del diseño de glamour incontenido, se les ve asomando el bigote en la noche del trópico, con sombrero y bufandas para mejor guardarse de los rigores del licor suave de los apretujones.

Turistas apresurados en todos los festines, se les ve pasear bien juntos de un lado para el otro a la búsqueda de la cuarta pared, del cuarto hombre, del cuarto grial, de la cuarta I, de la cuarta rueda del triciclo; del gato sus tres pies.

Qué trío es éste que toco lo que toca lo vuelve sonrisa y algarabía; música de tambores africanos para los oídos y centelleantes burbujillas de plata en el paladar.

Un exquisito cóctel se ha puesto de moda en las barras más insospechadas. A la hora del desayuno o entre horas; a la luz insular del mediodía o en el siroco sofocante continental,  los comensales más exigentes piden siempre Ramos & Caballero con K. El trío fundamental que busca siempre una I para su cuarteto.

Ramos & Caballero con K: sólo para entendidos.

El trío buscando cuarteto, con la impronta de astutos acordeonistas inexpertos, funambulistas en todas las cuerdas, siempre preparados para lanzar la carcajada más ensordecedora.




[En la foto: Javier Caballero, Yapci Ramos y Karina Beltrán. Madrid, 2014.]