lunes, 7 de julio de 2014

De Gigantas y Cabezudas



Llegan las gigantas y cabezudas. No se sabe muy bien de dónde, pero están ahí, por todas partes, acechadas y acechantes, oteando el horizonte. Van llegando. Miran con la cara de las locas, haciendo grandes muecas; encendidos los globos de los ojos.

Ah, esas gigantas, alzadas en rebeldía como molinos de vientos giratorios. Míralas. Y contempla también las cabezudas, rompiendo lo que encuentran a su paso con sus duras molleras; obstinadas cabezotas de varapalo.

Desde todas las calles van llegando, las gigantas. Se las ve por entre los altillos y las azoteas más insospechadas, a las cabezudas. Por entre las calles de líneas paralelas, con trajes fastuosos y sombreros con guirnaldas de feria. Algunas llevan las manos en la boca, con sonrisa picarona por quién sabe qué fechorías o dislates.