sábado, 28 de enero de 2023

 

Colosos




Vinieron para quedarse, las plataformas, las grúas, los artefactos flotantes.  Se ven, desde lo alto de la ciudad, varados en los muelles. Gigantescas, metálicas, imponentes como rocas megalíticas de una era futura, las plataformas se alzan ante nuestra mirada. El paseante insular las ha asimilado en su retina como si se tratase de un elemento más del paisaje urbano. Se especulaba, se dijo o alguien sugirió, que estos colosos permanecerían en los muelles solo unos meses, pero luego llegó la época de las pandemias y crecieron en número, y poco a poco fuimos acostumbrándonos a su silenciosa presencia en lontananza.  

Míralas, se las ve aferradas a la vida portuaria, creyéndose guardianas de su inconstante fijeza. Reconozco que algo nos atrae de estas máquinas de hierro. Una presencia futurista que nos ciega, un extraño deseo de paisajes de acero, como si una amenaza mantuviese nuestra mirada en alerta. 

Miramos desde lejos intentando visualizar alguna forma reconocible, alguna presencia humana tal vez, pero todo se resuelve en una amasijo de columnas férreas, infranqueables para nuestros ojos, obstinados, en la luminosa claridad del mediodía. Cierro los párpados y veo, por un instante, sus indómitas llamaradas en el tránsito hacia mar abierto, amenazantes, una vez que emprendan el viaje de regreso a lugares que ignoro.



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