domingo, 1 de junio de 2025



(28 de mayo)

"Pilar ha vuelto a las seis de la tarde, ha descansado un rato y, tras haber tomado una pizza excelente, en el bar de al lado, nos hemos paseado por Dorsoduro, desde los Gesuati a la punta de la Aduana. Ésta es una ciudad que nunca se termina de ver, tantos son sus rincones, vueltas y revueltas; y lo mejor es que uno vuelve a casa con la sensación de haber hecho una cura estética. El día, precioso y luminoso, fresco y con una leve brisa, me ha ayudado a sentir esta sensación, me la ha sugerido. Al llegar a los Artigianelli, he sentido una sensación de felicísima tranquilidad, como hacía mucho tiempo que no lo sentía.
Desde las nueve y media, ya en nuestra habitación, he dedicado unas horas a la lectura".

[Ángel Crespo, Diario veneciano (1980-1983), Fórcola, Madrid, 2024]. 



sábado, 3 de mayo de 2025


(4 mars)

"Un steak bleu comme vos yeux s'il vous plaît" m'a demandé un client. J'ai fait cuire son steak et en lui montrant l'assiette, je lui ai demandé s'il trouvait que le steak en question avait réellement la couleur de mes yeux".

[Anne Buisson, Journal d'une serveuse de cafétéria ou La vie ordinaire. Éditions Léo Scheer. Farrago, 2002]. 

martes, 29 de abril de 2025



(29 de abril por la tarde)

Ah, la mala andanza, esa que nos guiará por caminos ignotos, esa que nos llevará de cabeza –sin juicio alguno, sin remisión posible– hasta el centro mismo de la pérdida.


jueves, 24 de abril de 2025



(20 de abril)

"Paradógicamente, la pérdida de la moderna autonomía formal del arte (como la de la ética y, en general, la de las distintas esferas del conocimiento y la práctica) comienza a gestarse en el interior del programa mismo de la modernidad. Por lo menos desde Kant, la negatividad deviene un resorte fundamental de la estética. El arte se vuelve contra sí mismo: discute su definición, sus estrategias de representación, su fundamento y su propio sentido. Y termina negando sus límites: los mismos que la episteme moderna tanto se esforzó en establecer entre las diferentes esferas del saber y del hacer". 

[Ticio Escobar, Las tribulaciones del arte en los tiempos del mercado total. Clave intelectual, Madrid, 2015]


sábado, 19 de abril de 2025



(ahora sí que es 19)

En una de las últimas veces que estuve en París mi amigo Serge Fauchereau me regaló un ejemplar de su libro Déplacements, editado por Séquences en 1996. Un cuaderno de formas breves organizado por una sucesión de fragmentos y anotaciones que deviene, más que una compilación de notas de viaje,  un conjunto de pensamientos y evocaciones de aspiración aforística sobre experiencias vividas en distintos momentos y lugares: "Les premières images de ma vie sont celles de départs", escribe en un de ellos. "Toutes les villes, tous les lieux où l'on ne retourne plus, il fini par n'en rester plus rien que le nom ou parfois un détail, un petit fait sans conséquence", anota en otro. Fragmentos de tiempo alentados por la memoria, escenas que el escritor intenta revivir en la página escrita en una tentativa de permanencia. Palabras, imágenes, músicas que se vuelven silenciosas. Las cuatro estaciones en una pintura de Bruegel, el jardín de Ryoan-ji, les envies, les caprices et les rêves de la jeunesse... los árboles de Sao Paulo, una pieza de hotel, las noticias dictadas por un aparato de radio, los museos, las galerías, los libros por escribir, los amigos, y el beneficio de la pasión por la pintura.


viernes, 18 de abril de 2025



(19 del mes abril de dos mil veinticinco)

En verdad nuca sé lo que voy a escribir cinco minutos antes de sentarme frente a la página en blanco –e incluso frente a la pantalla del ordenador– y esbozar algunas palabras sobre el tablero. Un gesto de atención anima lo que escribo; un estado de gracia en el que las palabras van componiendo su propio discurso, tantas veces incompresible. Siempre me han interesado las reflexiones del poeta belga Fernand Dumont sobre el automatismo, especialmente cuando afirma aquello de que solo lo escrito automáticamente es necesariamente auténtico. El problema es, claramente, hasta qué punto podemos deslindarnos de lo dictado sobre la página en blanco; hasta qué punto el pulso de nuestro pensamiento puede inhibirse completamente y dejar que las cosas rueden sueltas por el suelo sin que a nadie le importe precisamente porque a nadie puede importarle aquello que no les ha sido dado concebir. Copié sobre mi mesa de trabajo hace ya varios años un poema de César Moro que hablaba del amor, y ahora veo que se ha ido difuminando por el roce del brazo. Hay mucho de autenticidad en esos poemas sobre el amor (seguramente el único concepto que le interesaba); lo único que realmente animaba su escritura y su pensamiento. Hay en ellos algo que tiene que ver con ese impulso ágil y rápido de la escritura automática; una fuerza visceral e incompresible que va trazando sus palabras y las obliga a llegar hasta donde es casi imposible llegar; un estado de sorprendente irracionalidad que, sin embargo, crea su propia lógica. Algo así como si nos sumergiésemos durante unos minutos bajo el agua para volver a sacar la cabeza a la superficie.




(18 de abril de 2025)

Siempre hay alguno o alguna que querría decirte esto o aquello y poner sobre la mesa la última palabra –lo último de lo último– como si todo hubiese estado por decir y fuera dicho solo entonces (no te convence esa ida y venida de palabras sobre el descampado y comprendes que todo sigue estando por decir aunque se haya dicho repetidamente), y entonces te fatiga la idea de volver a empezar desde el principio como si estuviéramos montados sobre una montaña rusa permanente.


jueves, 17 de abril de 2025



(17 de abril de 2025)

Mejor será que vayas pensando en todo lo que haría falta y en lo mucho que has contemplado aquella vieja idea que te ronda la cabeza desde hace meses. 


domingo, 6 de abril de 2025



(12  de marzo de 2025)

Hoy he dormido, madre, con la manta de vivos colores –rojos y verdes encendidos– que compraste en el bazar, muy cerca de la puerta del colegio. Yo estaba contigo aquella mañana y tú insististe en comprar una manta que vimos sobre las estanterías de la tienda. Me preguntaste si me gustaba y dijiste que quedaría muy bien sobre mi cama. Recuerdo de forma muy viva cómo reías. De hecho, siempre he recordado tu sonrisa de aquel día. (Por alguna razón que no entiendo, la memoria conserva imágenes que no han sido buscadas, escenas vividas o anécdotas ínfimas que quedan registradas en nuestra mente con una duración mucho mayor que otros acontecimientos que tienen lugar en nuestra vida). No sé por qué razón no asistí ese día a la escuela. Lo cierto es que tú me llevaste contigo hasta la tienda para comprar algunas cosas y no se oían voces de otros niños en la calle porque era un día de colegio. (En la tienda de Chicha había de todo. Cuántas cosas depositadas sobre los anaqueles). La trajimos a casa envuelta en papel marrón. Tú la sujetabas de un extremo y, yo, del otro. Recuerdo que reímos y avanzamos por las callejas de losetas grises del barrio hasta llegar a la puerta del bloque cien donde vivíamos. Qué tonta es esta historia, pero qué vivo recuerdo conservo de aquella mañana. Hoy me ha servido para recordarte, madre, para pensarte y soñarte, agazapado bajo la protección de esta manta que tú me regalaste. 


(13  de marzo de 2025)

Es imposible expresar la tristeza que siento por la pérdida de nuestro amigo el profesor C. Brian Morris, hispanista de pro, apasionado crítico de la poesía española de vanguardia, y un hombre de una rara –por excepcional– generosidad. Agradezco a la vida el privilegio de haber contado con su complicidad, su optimismo, su amistad. Alzo mi copa y brindo por Brian.




sábado, 29 de marzo de 2025


ARRAS

FUIMOS AL CEMENTARIO a despedirte
Era una tarde de amplísimos celajes

Tú no estabas ya allí
y sin embargo
te sentíamos ser entre las cosas
no entre los muros las tumbas los dragos
los cipreses del camposanto
sino aferrado a las arras
de los que te lloramos
lo mismo que una llama inextinguible

Fuimos al cementerio a despedirte
Era una tarde de amplísimos celajes

Llevabas la camisa blanca
y una rosa marchita al fin te coronaba
príncipe y señor entre el vacío
dueño de la flor sin nombre 
que a todos ofrecías
en tu silente reposo 
aferrada a las manos
de los que allí te aguardaban

Fuimos al cementerio a despedirte
Era una tarde de amplísimos celajes


                          [A la memoria de Andrés Sánchez Robayna]




domingo, 16 de marzo de 2025


(11 de marzo de 2025)

Este por siempre trágico mes de marzo nos ha traído la noticia de la muerte del escritor, profesor, excepcional crítico de arte y de literatura, maestro y amigo, Andrés Sánchez Robayna. Su ausencia deja un vacío irremplazable en las letras hispánicas del último tercio del siglo XX hasta nuestros días. Su caso es –quién lo duda– el de una de las más altas figuras intelectuales de los últimos tiempos. Su capacidad de trabajo era sorprendente –titánico, incluso–, y su entusiasmo y su fe en la palabra poética entendida como forma de conocimiento era la llama fundamental que lo impregnaba todo. Inútil sería repetir la lista de cuadernos poéticos, ensayos, proyectos de traducción, colaboraciones con pintores, direcciones de tesis doctorales; en fin, la ingente suma de trabajos que se muestran ante nuestra mirada como una alta pirámide inalcanzable. No me equivoco al afirmar que su libro de poemas editado por Galaxia Gutenberg, Por el gran mar, es uno de los más intensos poemarios en lengua española de estas última décadas. Y sus ensayos dedicados al estudio de la obra de Luis de Góngora –Silva gongorina–, o a los poetas grancanarios Cairaso de Figueroa y Alonso Quesada, un ejercicio de escritura crítica de gran alcance. Y de entre sus muchos acercamientos a la pintura, debemos destacar el que acaso es uno de sus ensayos señeros, Jorge Oramas o el tiempo suspendido, también editado por Galaxia, y en el que plantea interrogantes sobre cuestiones cruciales en el ámbito de una pintura que se resiste a ser definida dentro del mero género de la pintura de paisaje o del retrato al uso. Un ensayo que el escritor concibe de la misma manera a como se articula un texto poético; esto es, no aportando conclusiones o soluciones definitivas, sino interrogantes sobre algunas de las incógnitas que la obra de Jorge Oramas –esquematista, vertical, iluminante, diurna por definición– suscita. 
La últimas veces que lo vi fue en la ciudad de La Laguna; primero, en la galería de arte Artizar, con motivo de una exposición de la pintora Elena Galarza y, poco después, un sábado por la mañana en el hotel Nivaria. "Don Agustín Millares" –me decía– "solía reservar el sábado para los amigos", y durante un día a la semana "no hacía otra cosa que verse con sus más allegados en un popular restaurante de Las Palmas de Gran Canaria". Sí, hubiese sido una buena idea –dijimos– reunir cada último sábado de cada mes a los más cercanos con el mero pretexto de celebrar la gracia de cada nuevo encuentro. Pero la muerte es siempre ingrata y era imposible predecir su envestida; el equilibrio tenaz de tus últimos gestos. Habrías merecido vivir, Andrés, al menos otros diez años; pero ahora eres tú el poema truncado, la casa sin nadie, la página en blanco del cuaderno aún no escrito, la rosa sobre la losa fría.


sábado, 18 de enero de 2025

(19 de enero no puede ser porque aún hoy es 18, así que pondré 18 por la tardecita)


"Yo sé que hay, en las cajas que acabo de ver en el Rastro, una cosa que por mucho que piense y quiera recordar no lograré representarme. Hasta si las hubiese apuntado hubiera procurado perderse mi apuntación".

[Fragmento de El rastro, de Ramón Gómez de la Serna]

(12 de enero o 17)

Tarde o temprano debería reaparecer en algún lugar de los anaqueles el objeto que estabas buscando, y dudas de si ha permanecido allí todo este tiempo o si alguien lo ha cambiado de sitio. La última vez que lo viste estaba en las repisas más altas, junto a la cajita hasenkinder de conejo y la figura de la dama de Elche que trajiste de casa de la calle Gandhi. Lo cierto es que ahora lo estoy buscando y no consigo encontrarlo, y me demoro en pensar si es que, en verdad, fui yo quien lo movió de su sitio (o vete tú a saber, me digo; hay tantos objetos diseminados por cualquier esquina de la casa que no puedo tener memoria de todos y cada uno de ellos). Hay toda una retórica de la búsqueda del objeto; una letanía lenta en la repetición de los mismos gestos, del mismo deambular por los cuartos y por la biblioteca en busca de una señal, de una pista mínima que nos devuelva el sentido de su paradero. Es entonces cuando nos embarga la sensación de la falta; la pericia de saber que lo que buscas ha dejado su sitio entre las cosas y formula el acertijo de su escondite. Y esa extraña sensación de perder las llaves de un cuarto cerrado por dentro, y que aunque llegaras a encontrarlas, permanecerá cerrado.


viernes, 3 de enero de 2025

Formas de manejar





Sobre cómo se maneja y, especialmente, sobre cómo se debe manejar el volante, en verdad, nada se sabe. Uno se sienta en las escalinatas de la plaza de la Santa Croce o en cualquier otra plaza del mundo, y deja que la mirada se pierda entre la multitud viandante que viene y va de un lado para el otro. Y de repente observas, casi por el rabillo del ojo, cómo pasan, de cuando en cuando, paseantes sobre ruedas con elegancia inusitada. La espalda recta, como si se hubiesen tragado una espada; aferrados al manillar con gesto firme.






Manejar, conducir, gobernar, llevar el timón; lo mismo da, si lo que se tiene entre manos es el principio del equilibrio. Agarrar, como se dice, el sartén por el mango; el manillar; o el toro por los cuernos diestramente. Y sostener, igualmente, la cesta de la compra en la que llevas un manual de instrucciones para la vida moderna.







Parece claro que lo difícil, aquí, es mantener la rectitud del gesto. La mirada hacia delante, como perdida en no se sabe qué objetivo lejano, qué obstáculo imprevisto; qué mágico duendecillo aún por sortear; qué sorpresa inesperada o qué peligro al acecho. Permanecer aferrado al manillar con la gracia de un gesto atlético y una ingenua sonrisa.





Si se va sobre ruedas hay que estar preparado para lo que venga desde el otro lado. Nunca se sabe por dónde ni cómo va a aparecer la camioneta del cartero, el bólido correcaminos, el kiosquito de helados o el extinto vendedor de medialunas de coco. Todo es cuestión de probabilidades, de aciertos o desaciertos. La fortuna o el azar juega sus cartas de forma irremediable. Y esto es válido para cualquier medio de transporte más o menos al alcance de la mano. En fin; a la hora de manejar, manéjese como buenamente se pueda.






(31 de diciembre 2024)

"P. ¿Cómo es su relación con la pintura?
R. La pintura es algo fundamental. Es una batalla, una lucha por expresar... Esa relación, ese realizar, esa idea, ese sentimiento a través de la pintura, eso es fantástico, es muy enriquecedor.
P. ¿Y con la línea?
R. Yo con la línea lo he hecho todo. Era realmente con lo que me sentía cómoda, con lo que representaba mejor, lo que para mí fluía más, era más fácil. También me ha gustado mucho el color. Pero la línea al final es lo más importante dentro de mi trabajo. Hay obras en las que la línea sirve para rellenar el espacio y otras veces es un relato lineal que empieza en un punto y acaba en otro".

                   [Paula Achiaga, "Entrevista con Soledad Sevilla", en El Cultural. 20 - 26 septiembre 2024]