domingo, 5 de febrero de 2012

domingo, 5 de febrero
El reloj de cuco acaba de dar las diez. Casi en el momento en el que me disponía a revisar su mecanismo para que continúe en activo y no se pare en el transcuro de la noche.
Cada vez que detienes el péndulo para dar nuevo aliento a las cadenas que sujetan las pesas del reloj, cada vez que sujetas con curiosidad la casita de madera y te detienes a examinarlo, tienes esa extraña sensación de sujetar el tiempo en tus manos, casi como si de reprente te vistieras con los atributos de un mago y tuvieses la posibilidad de organizar el tiempo por venir a tu capricho. Es cierto que la cosa dura sólo unos segundos; exactamente el instante que tarda en aparecer en escena la loca envestida del cuco, súbita, ese pajarito autómata, caprichoso e inoportuno que te recuerda con vehemencia quien tiene el sartén por el mango en el control de las horas que pasan.

1 comentario:

  1. me gusta mucho como escribes, me haces soñar un poco.
    Por cierto la foto de la cabecera es alucinante.

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