domingo, 5 de febrero
El reloj de cuco acaba de dar las diez. Casi en el momento en el que me disponía a revisar su mecanismo para que continúe en activo y no se pare en el transcuro de la noche.
Cada vez que detienes el péndulo para dar nuevo aliento a las cadenas que sujetan las pesas del reloj, cada vez que sujetas con curiosidad la casita de madera y te detienes a examinarlo, tienes esa extraña sensación de sujetar el tiempo en tus manos, casi como si de reprente te vistieras con los atributos de un mago y tuvieses la posibilidad de organizar el tiempo por venir a tu capricho. Es cierto que la cosa dura sólo unos segundos; exactamente el instante que tarda en aparecer en escena la loca envestida del cuco, súbita, ese pajarito autómata, caprichoso e inoportuno que te recuerda con vehemencia quien tiene el sartén por el mango en el control de las horas que pasan.
me gusta mucho como escribes, me haces soñar un poco.
ResponderEliminarPor cierto la foto de la cabecera es alucinante.