martes, 24 de octubre de 2017

Dibujos de Hans Lemmen






Dibujos de Hans Lemmen: una flor en la boca de la muchacha muerta.


Ante los dibujos de Hans Lemmen, no existe palabra alguna que pueda añadir algo que merezca la pena ser contado. Toda divagación, todo lenguaje, se vuelve una torpe y confusa madeja de palabras vacías, desprovistas de sentido. Sólo su escucha su silencio.


¿Sabe el pintor lo que va a dibujar antes de colocarse frente a la hoja en blanco? ¿Qué espantosa melodía dicta las partituras que interpretan sus manos?


Imaginé que caía al suelo una cerámica pintada con colores vivos y extraños personajes por Hans Lemmen. Sus dibujos, esparcidos en cientos de pedazos diminutos, multiplicados, diseminados y en medio de todas las cosas, como una idea fija que golpea las puertas de mi sueño durante toda la noche. 


Hans Lemmen, Alfred Kubin y Roland Topor, convidados a una misma mesa, media hora jugando a los dados. 


Martes por la tarde. Al despertar, el recuerdo de un extraño dibujo de Hans Lemmen me ha acompañado –perturbado– durante horas. La cabeza de Odilon, flotando en la espiral de un firmamento de alas negras y agujeros negros. Y todas las cosas precipitadas sobre la frente, sobre los ojos, sobre los labios sellados, sobre los pómulos yermos, como en un extraño sueño del que no es posible regresar.


Los tocones dibujados por Hans Lemmen en cientos de cuadernos y libretas de dibujos, como si de una obsesión se tratara. Tocones – espirales que van engullendo el espacio circundante; inscripciones que dibujan el vacío restante en lugar de una cabeza o un árbol, amputados. 


En su cuaderno el pintor ha dibujado un bosque de árboles incendiado de pájaros; un hombre que carga un ciervo a sus espaldas en mitad de ese bosque; un pájaro grande sobre una caseta de campaña en la que yace un hombre medio dormido. Y nuestra incapacidad al intentar comprender los signos de un lenguaje indescifrable.     


La imagen del bosque y una casa al fondo, entre los árboles. Hay una ventana iluminada, como si en verdad pudiésemos adivinar la figura del dibujante mismo dentro de la casa, con la luz encendida, sentado frente a su escritorio, dando forma a extrañas figuras de bestiarios inimaginables.
    







[Dibujos de Hans Lemmen]



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