jueves, 16 de agosto de 2018

16 de agosto

No sé por qué motivo la flor del drago se llena de abejas siempre a la misma hora de la tarde. Pasado el mediodía, cuando la luz del sol es más intensa, se llegan a libar de las diminutas florecillas del drago que custodia el jardín de la casa. No es adulto, no. Ni siquiera su tronco de hierba jurásica ha alcanzado una envergadura humana. Es, más bien, un árbol joven; un benjamín, incluso. Quizás él aún no lo sepa, pero este cortejo de abejas sobre sus hojas lanceoladas, esta música de hélices suicidas, nos habla de una danza aún mucho más remota; la del mito del árbol de agua, del árbol del mundo, del árbol milenario cuya sangre curaba las heridas de los enfermos. Dicen que cada vez que surge una rama florida un nuevo brazo habrá de brotar. Me pregunto, sencillamente, cuántas tallos tendrá, cuántas cabezas.  






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