sábado, 13 de febrero de 2021



12 de febrero

Nunca conocí al profesor Rafael Delgado, aunque aprendí a respetarlo por la opinión que de él llegaron a tener aquellos que lo frecuentaron y conocieron de cerca. Es uno de esos nombres realmente inevitables para cualquier investigador que se aproxime al arte y al patrimonio de Canarias en la segunda mitad del siglo XX. Fueron muchos los que me aconsejaron hablar con D. Rafael cuando desarrollaba el proyecto sobre el pintor Carlos Chevilly para TEA, si bien pronto supe que, de una u otra manera, era ya demasiado tarde. Nos queda, eso sí, honrar la memoria del que tal vez sea la persona más discreta, cabal y sabia de aquella generación inclasificable de escritores, artistas, profesores e intelectuales que propiciaron el desarrollo cultural del Santa Cruz de Tenerife de los años sesenta y setenta del pasado siglo. Suele decirse que la generosidad no espera compensación alguna; que su razón de ser es la gratuidad y el altruismo absolutos. La suya, la de D. Rafael, fue una entrega generosa y denodada por el bien del patrimonio cultural de la ciudad donde vivió. Su obra pictórica quedó eclipsada en beneficio de su labor como docente y su contribución en las diversas comisiones de conservación y vigilancia del patrimonio artístico. Hoy, en fin, Santa Cruz de Tenerife es un poco más anodina. Las Ramblas de de la ciudad han perdido a uno de sus paseantes más ilustres. 






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