01 de agosto
En el Valle de Algoso la tarde se demora en una degradación de colores naranja que son bandas de tonos vivos y violáceos que son azules que son verdes finales desapareciendo sobre el contorno de las montañas portuguesas. La luz, aquí, también es pobre; pero de una pobreza radical de la que se nutre el silencio abrumador y a la vez tranquilo de estos parajes. Y el contorno de la floresta queda realzado, hasta donde la vista alcanza, por un aura de luz envolvente que hace posible el horizonte y transforma la tarde en materia de la imaginación. Hay un momento en que la imagen física da paso a una realidad visionaria auspiciada por un deseo de trascendencia; como si, por un momento, la mirada quisiera confundirse con el paisaje; ser el paisaje mismo; como si, lo contemplado y el sujeto que contempla se confundiesen en una misma visión, en una misma complacencia.
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