23 y 24 de julio
Nuevamente caigo en la cuenta de la estupidez de llevar un diario. Nos pensamos a nosotros mismos en una ficción sólo interrumpida por un soplo de aire frío o un buen golpe contra la puerta del armario. No hay nada que decir; nada, al menos, que pueda decirse y que nos arroje un ápice de verdad al cristal de nuestras contradicciones. La estupidez de llevar un diario, como si quisiéramos encerrar el tiempo, una vez más, en tarros , vacíos, de mermelada.
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