martes, 16 de junio de 2009

Las crestas de Tafada



Como un jardín cerrado para muchos o un paraíso abierto para pocos, la cordillera de Anaga, misteriosa y jurásica. En las cimas del pueblo de Chamorga, al Este, el viejo caserío de Tafada. Desde aquí todo queda envuelto por un azul vertiginoso que incita la presencia constante del mar, la plenitud de los celajes.


Junio. Camino entre peñascos. Al Este, donde podría esconderme -si quisiera- para que no me hallaras, laderas rocosas se levantan como gigantes antiguos e indolentes. Vientos inmisericordes peinan con fuerza crestas de barrancos y lomadas, y conducen boca arriba un aire denso por entre los despeñaderos, precipitándose sobre todas las cosas y en todas direcciones, como dando voces e invitando a la caída libre.


Es ésta la región en la que, dicen, florece el tajinaste blanco. Ofrenda a una montaña fecundada cien veces, erguido hacia unos cielos transparentes, abiertos, el tajinaste blanco con su penacho de flores de espuma. Una tropa de insectos diminutos llega para libar de su néctar, de su savia, de su lengua.

3 comentarios:

  1. En cierto modo, la cordillera de Anaga tiene un aire de paisaje antediluviano, surgido mucho antes de la aparición del hombre en el mundo, sobre todo por sus irregulares crestas y sus insólitas formas. Igual que en un cuadro de paisaje romántico, la grandeza de laderas, bosques y peñas hace del hombre un ser insignificante y lo mueve a tomar conciencia de la fugacidad de su vida ante la inmensa historia de la naturaleza.

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  2. Anaga es un lugar maravilloso... Yo también he visto los tajinastes blancos de Tafada.
    Gracias por el poema y por recordármelo. A veces se olvidan las pequeñas cosas, las importantes.

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  3. Me gustas mucho este blog

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