miércoles, 8 de julio de 2009

Concierto de acontecimientos



Hay días en los que tenemos la impresión de que no ocurre nada; al menos nada -algo- que merezca la pena ser escrito o contado. Quizás nuestra más alta aspiración debería ser alcanzar ese estado de gracia que nos permite observar y extraer cosas necesarias de un día en el que, a simple vista, nada acontece.

Como cuando miramos un paisaje de lejos y descubrimos, en medio de los árbles, una pequeña cima que sobresale al fondo.

Habría que saber, entonces, qué significa la palabra acontecimiento. ¿En qué medida lo es esto o aquello?

¿Qué es lo que acontece cuando sucede algo?

Pensamiento 1º: Solicitar a un diestro carpintero que dibuje sobre un papel cualquiera una barita para medir acontecimientos. Así sabremos discernir qué es más importante, si la firma de un Tratado o el beso de una mariposa en las mejillas de una niña con pendientes verdes; el ascenso de categoría de un equipo de baloncesto o el encuentro fortuito en una plaza desierta entre dos arlequines a pleno sol del mediodía; la última pauta del Gobierno de turno en materia económica o la contemplación de un amanecer en un día de aires claros como éste.

Partiendo de la idea de que existen sucesos benefactores y otros hechos aciagos, ¿es posible anticiparse a los acontecimientos o éstos acaecen de forma incontrolada?

Un guardia de trádico se dirije hacia nosotros con gesto resuelto y decidido. Abro la ventanilla sin bajar del coche: "buenos días, señor agente" -le digo yo. "Buenos días, caballero" -exclama él. Luego, mientras sostiene con su mano derecha un recetario y con la izquierda una estilográfica, añade: "Dígame: ¿qué significa para usted, exactamente, que ha ocurrido un hecho extraordinario?".

Los labios de la muchacha de pendientes luna y ojos estenopeicos; eso sí que es un acontecimiento en toda regla.

Caer convaleciente del espíritu, como saborear un caramelo de frambuesa que a nada sabe.

Pensamiento 2º: Al mismo carpintero, rogarle, más tarde, que extraiga de la madera del moral más antiguo una batuta para dirigir el Concierto de los acontecimientos.

Esta mañana, al salir de la casa, ha ocurrido un milagro. Decenas de avecillas sobrevolando la ladera. Giran sobre sí mismas sin remisión posible. Asoman su vuelo a las faldas del barranco para luego ascender montaña arriba. Acróbatas del espacio, infatigables, quedan en el aire unos segundos como voces lejanas, y danzan sobre sí mismas precipitándose en todas direccions con una urgencia que no adivino a comprender. Las avecillas van y vuelven sobre el mismo perímetro de cielo; ellas trazan veredas imaginarias -aunque posibles-, como si quisieran hablarnos de los hilos que tejen y destejen los encuentros y desencuentros de nuestra vida.

Te descuidas por un momento, vuelves a mirar, y ya no están. Ha desaparecido la bandada, como cuando de niños lanzábamos piedras por ver si acertábamos a derribarlas en su vuelo innumerable y, repentinamente, cambiaban de rumbo, se esfumaban como sombras fugaces hacia lo alto de la montaña.

2 comentarios:

  1. Tienes razón en insinuar que existen varias maneras de entender la palabra "acontecimiento". Me parece que a veces damos importancia a cosas que creemos muy importantes, cuando en verdad los verdaeros acontecimientos están en otro plano, más cercano y cotidiano, más importante. Háblanos, por ejemplo, del amor, amigo mío.

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  2. Qué hermosos son estos pensamientos. Ah, quién pudiera dirigir los acontecimientos de su vida con una simple varita, como un gran director de orquesta erguido sobre el podio.

    Esa bandada de aves a la que aludes me recuerda a las andoriñas que, numerosas tardes, veo volar desde la azotea de mi casa, raudas como saetas negras, dibujando audaces giros en el cielo de Santa Cruz.

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