lunes, 6 de julio de 2009

Un pez que va por el jardín



Recientemente José Corredor Matheos ha visitado Santa Cruz de Tenerife, esta vez con motivo de la presentación de una muestra sobre la obra plástica de José Dámaso. Se le ve mucho por aquí, a Pepe Corredor -como todos le llaman-, pues desde siempre ha dedicado atención crítica e interés entusiasta a un buen número de manifestaciones artísticas realizadas en y desde Canarias. No me ha extrañado, entonces, encontrar a Pepe Corredor -como pez en el jardín- en compañía del fotógrafo Carlos Schwartz visitanto la exposición de éste último, El bosque y la caverna, en las Salas de Arte Contemporáneo de Santa Cruz; ensimismados, ambos, en la contemplación de un bosque hecho de imágenes en blanco y negro, sorprendidos ante el aspecto jurásico de las extrañas figuras capturadas por el ojo estenopeico de la cámara de Schwartz. Formas mínimas que recuerdan paisajes submarinos o escenarios surgidos de la concavidad porosa de las piedras del sur; realidad minúscula y escondida en lo pequeño, que contrasta con otras piezas fotográficas, de gran formato, en las que se muestra al desnudo el espacio sagrado de la corona forestal que domina la cordillera de Anaga.
Lo mismo que al escribir, Matheos tiene un no sé qué de poeta chino, impresión que corrobora no sólo su estatura casi oriental, sino sobre todo el sosiego infinito con el que introduce cualquier tema, especialmente conceptos estéticos y pensamientos más o menos trascendentes que muy pocas personas saben abordar sin caer en la pedantería y la sobreactuación. Sin duda, su manera sencilla de estar en el mundo es lo que le ha granjeado el afecto de todos, y su poesía, desnuda de ornamentos superfluos, directa en su contención y, a un tiempo, ligera y sensorial, diversos premios y elogios, el último de ellos el Nacional de Poesía en 2005 por su libro "El don de la ignorancia". Claro que antes, hubo algunos otros: el Boscán de Poesía (1961), el Premi d’Arts Plàstiques de la Generalitat de Catalunya (1993) y el Premio Nacional de Traducción por su antología bilingüe "Poesía catalana contemporánea" (1983).
Ya conocíamos la predilección de Pepe Corredor por la contemplación, lenta, de los árboles. Bien está que hallemos a este pez de aguas orientales transitando el jardín del bosque y la caverna insulares con idéntica naturalidad y asombro de quien contempla un amanecer en el lago Yi.

"Soy amigo del viento
y de las nubes,
amigo de los árboles.
El viento me pregunta
una vez y otra vez
quién soy y quién no soy,
y luego me arrebata,
llevándome a lugares
de donde ya no vuelvo.
Las nubes siempre pasan,
sin saber hacia dónde,
y las veo pasar,
con un íntimo gozo
cuando llueve.
Sé que todos los árboles
habitan más allá,
pero su voz es clara
cuando la alcanzo a oír.
Tú eres el viento, el viento,
y eres también la nube,
sin forma y sin destino.
Eres también el árbol
que te habla.
El árbol que da luz
cuando tú estás en sombra".


[Poema del libro Un pez que va por el jardín. Tusquets, Barcelona, 2007.]

2 comentarios:

  1. Estupendo retrato, Isidro, de un poeta esencial.

    Cuando pasen los años, y la modas se olviden, seguiremos leyéndole.

    Un abrazo.

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  2. De acuerdo con Bruno, magnífico poeta y preciosa semblanza la tuya.

    (Descubrí tu blog, precisamente, mediante el de Bruno Mesa; y me está gustando bastante, enhorabuena)

    Saludos virtuales.

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