martes, 15 de septiembre de 2009

Formas de ausencia (II)

Santiago de Compostela. Las habitaciones de hotel que dan hacia un patio interior tienen eso: uno puede estar en la ciudad más hermosa del mundo (o en la más desangelada) y no enterarse. Es lo más parecido a estar del todo ausente, pues sólo se puede tener acceso a la visión de la ropa tendida que cuelga resguardada tanto de los rayos del sol como de las miradas curiosas de los transeúntes. Mientras tanto, el patio interior cobra forma de profunda garganta pasadiza y amplifica las voces, las expresiones altisonantes y los gemidos nocturnos como si se tratase de un vulgar teatrillo de marionetas instalado en el hotel para regocijo de los huéspedes.

4 comentarios:

  1. Sí, es verdad. Los patios interiores se parecen en todas las ciudades. Personas dentro de casa, y un breve resquicio por el que intuirlas en forma de gemido o expresión altisonante.
    Si uno está acompañado, forma parte del teatro; si está sólo, mirar es sentirse ausente.

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti por tu visita, queridísimo(a) Anónimo. Ha sido un placer (compartido).

    Y gracias, Olga, por tus comentarios. Un saludo para ti también, donde quiera que estés.
    Isidro

    ResponderEliminar
  3. Los patios interiores desprenden un curioso magnetismo; en sus paredes reverberan todos los ecos y rumores del edificio que los alberga. A través de sus ventanas, tratamos de ver sin ser vistos o de escuchar sin ser escuchados. En una variación del juego del escondite, jugamos con la dualidad de la presencia y la ausencia.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar