domingo, 6 de septiembre de 2009

Formas de ausencia (I)



Contemplo las fotografías en blanco y negro tomadas por Patti Smith con su polaroid. Se diría que su ojo persigue una obstinada obsesión: la de seguir el rastro de una ausencia. Poseída por una suerte de instinto fetichista, fotografía una taza de café, unos zapatos, las sábanas de Virginia Woolf sobre una cama intacta, un camino frecuentado en otro tiempo por Arthur Rimbaud, la tumbra de Susan Sontag en el cementerio de Montparnasse, la lápida de William Blake... Vemos también una fotografía de la máquina de escribir de Hermman Hesse. No son, éstos, simples objetos; más bien cosas que poseen una historia propia. La máquina de escribir de Hesse, por ejemplo, no es un aparato cualquiera; es la máquina -fue- de Hermman Hesse, con la que acaso escribiese buena parte de sus obras. Me pregunto hasta qué punto estos objetos han quedado impregnados de la impronta de sus antiguos propitarios. Las fotografías de Patti Smith tienen eso: descubrimos en ellas mucho más que el simple objeto fotografiado, como si la imagen de la máquina de Hesse nos evocase, por un instante, el traqueteo de sus teclas mordiendo la página en blanco aún no escrita, o un suave olor al café que tomaba su antiguo dueño mientras escribía. Si no fuese así, ¿por qué razón íbamos a creer que se trata, en verdad, de la máquina de Hesse? ¿Cuál sería, entonces, su característica diferencial? ¿Cuál el rastro de la ausencia?

La ausencia posee un matiz distinto a la nada, pues deja un rastro en las cosas y las dota de una suerte de vida afectiva. De ahí que no sea lo mismo la contemplación de una máquina de escribir que pertenció a Hesse, que la de otro aparato idéntico de distinto propietario. Ahora entiendo: se la reconoce porque deja tras de sí una estela de perfumes invisibles e inholoros como el agua.

El Camino de Rimbaud -fotografiado por Patti Smith con su polaroid- tiene, en verdad, mucho de Rimbaud. Una cierta inclinación al silencio, tal vez.


Sueñas. Llegas a una playa de arena negra, frecuentada por ti en los años de la mejor adolescencia. Apareces allí casi sin querer y corres como un loco entre las piedras, sobre la arena, por entre los pequeños charcos que van quedando en la orilla. Buscas algo -alguien, tal vez- como un loco, aunque en el fondo ignoras para qué has llegado hasta aquí, un día cualquiera, vestido con camisa blanca de manga baja y pantalón a rayas. Los que te han visto recorrer la playa -piensas- podrían preguntarse si estás allí para grabar algún anuncio publicitario, pero tú sabes que sólo buscas la forma de una ausencia, acaso la imagen de ti mismo de otro tiempo en aquel lugar.

Estar ausente, algo así como esconderse detrás de las cortinas en una fiesta repleta de invitados.

Dibujar en un papel, con un lápiz, el contorno de unas manos, bordeando ligeramente los dedos hasta llegar a la muñeca. (Repítase el ejercicio, más tarde, cuántas veces se quiera, esta vez con lápices de colores. Cuélguese, luego, en la pared. Coloque, finalmente, su propia mano sobre las distintas formas dactilares que han quedado diseminadas sobre la superficie del papel. Diviértase cuanto se quiera. Invite a otros miembros de su familia o a sus amigos).

[A propósito de la exposición Written Portrait, de Patti Smith. TEA Tenerife Espacio de las Artes. 22 de mayo - 06 de septiembre, 2009. ]

5 comentarios:

  1. Tienes razón en eso que dices de "la vida afectiva" de las cosas. Para un fetichista como yo las cosas están llenas de sentidos, o por lo menos de aquellos que cada cual quiere darles.
    Me gusta tu blog, amigo.
    Hasta pronto.
    Carlos

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  2. ¿la ausencia?...una vez la vi caminar: la llevaba de la mano el viento.

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  3. Venga ya... fúmate otro...

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  4. Venga ya... fúmate otro...

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  5. Do you own any rights to publish here this picture?
    I'm afraid you are doing some delictive things.
    Hope you have enough money to face a legal battle.

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