martes, 8 de diciembre de 2009

Elogio del sifón luminoso (y II)



Los sifones del artista Carlos Schwartz (Tenerife, 1966) irradian pura incandescencia: están hechos de luz y sólo luz arrojan desde la atalaya de su espita. Y no resulta raro encontrar una obra como este Sifón con mecanismo de funcionamiento simbólico (2006) en la producción de Schwartz, pues nos tiene acostumbrados a sorpresas semejantes, componiendo dibujos e instalaciones que llaman nuestra atención por su simbolismo y sencillez. Habría que añadir que esta pequeña pieza es sólo una anécdota en el conjunto de su itinerario creativo. Sí es verdad que entre sus últimos trabajos encontramos obras realizadas a partir de una idéntica puesta en escena de elementos cotidianos y, aparentemente, sin vida propia –cajas de cartón, escaleras, sillas, estructuras arbóreas– a los que añade tubos fluorescentes u otros elementos luminosos que logran despojarlos de su contexto habitual y rutinario elevándolos a la categoría de lo artístico. Schwartz sabe muy cómo construir escenografías que ponen en práctica los más sutiles mecanismos de la sugerencia. Su capacidad de inventiva ha aprendido a sorprendernos con bien poco, a adueñarse de nuestra atención, atraídos por el carácter sumamente poético de sus composiciones.

El sifón de Carlos Schwartz, en su doble aspecto lúdico y simbólico, objeto encontrado al azar y, a un tiempo, elegido como elemento liberador de los impulsos ocultos del deseo. Piedra filosofal de la locura; bobina o motor en fuga de donde brotan emanaciones del interior, cual si de un buceo en el inconsciente se tratase.

Dos batutas precipitadas en fuga, arrojadas con la fuerza de dos exclamaciones.

Viejo sifón transformado en surtidor de luz, como en un truco de magia.



Fotografía: Carlos Schwartz, Sifón con mecanismo de funcionamiento simbólico, 2006.

9 comentarios:

  1. Coged cualquier cosilla de uso cotidiano, amarradle aquí o allá un par de neones, posicionaos bien en el mundillo de las galerías y ya tenéis un carlos schwartz. ¡Dicho y hecho!

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  2. Anónimo andas un poco despistada.Es un elogio.Es el triunfo de la poesía ante la inundación de la razón.

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  3. Parece, desde luego, a juzgar por la fotografía, un juego muy ingenioso. No conozco al autor ni su obra, pero me parece que vale la pena seguirle la pista.

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  4. El ingenio es la madre del disparate. La poesía es otra cosa: es la fuente de la sabiduría. No hay ni puede haber sabiduría en unos neones atados a un sifón. ¡Bailad, bailad, malditos!

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  5. Eduardo Otra Vez López17 de diciembre de 2009, 6:13

    Puede haber poesía en cualquier cosa... Sólo basta con tener los oídos atentos y los ojos abiertos. ¿Cómo era aquello de que Dios está también en los pucheros?

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  6. Que pueda haberla no significa que la haya.

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  7. No, no y no. Carlinhos Schwartz (hipocorístico alusivo a la juventud y el gracejo de nuestro artista) es, aunque pudiera no serlo, el mejor exponente de lo que el arte canario ha llegado a ser, si bien de esto se deduce implícitamente que también hubiese sido posible que hubiera llegado sin él a ser otra cosa, lo que en términos tal vez menos opacos significa: 1) Que su obra no es del todo prescindible pero tampoco del todo imprescindible. 2) Que en el correr de los tiempos se verá hasta dónde llega este artista en sus quehaceres, aciertos y despropósitos. 3) Que el uso y abuso de sifones, neones y protones no garantiza la permanencia ni la excelencia de una obra, pero tampoco las refuta. 4) Que 1 sifón + 1 neón + 1 protón = 1 sorpresón o 1 colocón o 1 apretón, dependiendo de la calidad de la materia prima empleada. Y 5) Que, tomando en consideración las redundancias y perversiones presentes y hasta irrenunciables en toda manifestación artística que se precie, no es dable emitir juicio alguno de valor positivo o negativo en torno a unas obras que permanecerán, así, felizmente y por derecho propio y no ajeno, incuestionadas e inciertas por toda la eternidad, es decir, por todo el tiempo que perduren, transitables, los caminos del hombre sobre esta tierra. Y dicho esto, continuemos con... pero no, dicho queda y basta. Dejemos ahora que hable el arte.

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  8. ¡¡Bravísimo, bravísimo, bravísimo!!

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