lunes, 13 de septiembre de 2010

Algunas notas sobre lo mismo




La insensatez de llevar estas torpes notas de diario, escritas para quién.

El sentido de toda escritura no tiene sentido en sí mismo. Siempre permanece un tanto más allá, a tientas con el misterio.

Lo mismo que si quisiéramos retener fragmentos de tiempo, instantáneas, contemplando viejas fotos inconexas, sólo breves vestigios de lo que ya no es; así estas cuartillas y papeles mojados.

Escribir, para quién. Dar voces contra un muro. Lanzar una botella con un mensaje escrito sobre papel pergamino.

La poesía, siempre escurridiza entre nuestras manos, acaso para recordarnos que seguimos en la brecha, en esta inútil tentativa por robar a los días algo de claridad.

Nunca se sabe muy bien lo que el poeta trae entre manos hasta que se le conoce de cerca. Mas, casi nunca es posible acercarse al poeta, porque dicen que anda con el pensamiento en otra parte. De ahí su apariencia de desaliño y habitual despiste (recuerda que se lo reprochan los hombres cuerdos).

No sé muy bien qué demonios pasa, pero todo lo que escribimos tiene el mismo olor y nos recuerda a algo, tanto como si estas notas hubiesen sido trazadas en otra parte, mucho antes de que fueran escritas. Quizás porque desde el momento en que tenemos conciencia no es posible desquitarse uno mismo de sus cosas y mirar hacia otro lado que no sea hacia esta parte del cauce, aquí mismo.

Sobre la mesa de quien escribe o quien subraya entre líneas con un simple lápiz: libros, diccionarios, un reloj de bolsillo, una servilleta de papel con puntitos de colores.

Lector, no sigas a pie juntillas lo que digo o escribo. No me tomes en serio. Aunque piense lo que digo y deletree con cautela lo que escribo, todo esto no es más que una farsa, una mala comedia sin final, un divertido y estúpido sainete. Así estas notas de diario, breves fragmentos que a nada ni a nadie riden cuentas. Deja que se humedezca el papel y la tinta se corra sobre las hojas escritas. Hoy también llueve sobre mojado.

5 comentarios:

  1. Lúcida y desengañada metadiarística: y, sin embargo, amigo Isidro, ¡qué extraño que a veces no podamos dejar de escribir! ¡Y, sobre todo, que nos sintamos, después de hacerlo, como portadores de un cargamento que han cumplido con su deber y al mismo tiempo se han quitado un gran peso de encima! Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Decía Székely que los mejores escritores están muertos o lo parecen, pero no porque su literatura esté muerta, sino porque está más allá del tiempo. Estos amargos aforismos no son de este tiempo, sino de cualquier tiempo.

    Enhorabuena por esas líneas.

    ResponderEliminar
  3. Qué extraño, como dice Rafael, que a veces no podamos dejar de escribir. ¿Acaso obedecemos a un “daimon”, a una fuerza interior que nos domina en el momento de la escritura, hasta el punto de sentir que “Yo es otro”, como decía Rimbaud? ¿O sencillamente asumimos un destino, el de escribir sin saber para qué ni para quién, con la intuición de que esa tarea, pese a que en algunas ocasiones nos parezca absurda, encierra un sentido que aún desconocemos? Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Así son la cosas. Ya ves que estoy por aquí paseando entre estas letras. Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. Amigo Ángel, amigo Ramiro, amigos Bruno y Rafael... lo vuestro es la pintura, realmente, porque llenáis de colores este blog con estos comentarios. Gracias. Un saludo.

    ResponderEliminar