lunes, 18 de marzo de 2013


Carretera abierta



Carretera abierta a esta hora de la tarde en la que desfilan vehículos en retorno.


Como en un éxodo de luciérnagas en fuga, surgen luminarias desde todos los frentes, carretera abajo o arriba, según se piense; de la casa al trabajo o viceversa, en un hormigueo perpetuo de vehículos aferrados a las últimas horas de luz.


Un día igual a otro y, sin embargo, tan diferente. Piensas entonces en el efecto de la niebla sobre la escena; en cómo todas las cosas cobran nuevos matices, nuevas poses ante tu improvisada mirada de conductor entretenido, celoso de su tiempo al volante y dueño al fin de su propio paisaje.


En este tiempo enteramente tuyo, a solas, piensas en las cosas que has dicho durante la jornada; en lo dicho y en lo que no dijiste, pero que hubieses querido decir en el instante oportuno sin que llegases, claro, a pronunciar palabra, porque siempre se dice más de lo que se quiere, o menos, según se piense desde este lado de la carretera o desde el otro.


La densidad de este aire frío que todo lo empaña impide ver el final de la carretera. Hasta que no exista la suficiente distancia, hasta que no se llegue a disipar del todo este paisaje con pétalos de manzano y abejas al fondo, en alguna parte, más allá de donde la mirada alcanza.


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