Los invernaderos
Tienen algo los invernaderos abandonados, siempre al sur de cualquier cosa; un olor a tiempo ido por entre las rendijas de los muros y las rasgaduras de los techos, tal vez agazapado en el interior de los macetones que se acumulan unos sobre otros formando columnas infinitas.
Algo fantasmal en los invernaderos abandonados, como jaulas inmensas hechas con plásticos rotos, rasgados por la furia de los vientos.
Muy hermoso, Isidro.
ResponderEliminarUn saludo, Sergio. Gracias por tu comentario. Ya casi me había acostumbrado al silencio, absolutamente.
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