jueves, 30 de agosto de 2018

30 de agosto


Llegamos ahora al final del verano y, sin embargo, hay una luz que baña toda cosa. La montaña en su altura amanece ante tus ojos como un cíclope. Los cardones más altos cuelgan aferrados a peñascos inaccesibles y espigones de basalto, hirientes, ajenos a las cosas de este mundo, espirituales e intransitables, dirigiendo sus dedos hacia arriba, reptando como insectos terrestres con paso imperceptible para el ojo. Míralos, están ahí, los cardones, candelabros que el tiempo ha dispuesto a su capricho sobre los acantilados, guardando en su núcleo el cofre de algún enigma remoto.



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