(28 de diciembre)
Me sorprende el día sentado en mi escritorio frente a la ventana. Observo desde aquí los diferentes matices que van adquiriendo las terrazas de la montaña a medida que el sol va adueñándose de la escena por entero. Los cardones más altos, antes de un profundo verde oscuro, parecen ahora filamentos de plata sobre las rocas; casi brillan en su esfuerzo por alcanzar las paredes más altas. La montaña parece coronada, al fin, en el parpadeo solar sobre los órganos de basalto de la cima y las columnas de piedra apiladas una tras otra en formas dactilares.
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