29 de diciembre
Enigmática presencia, la del burro y el buey, en la pintura de los maestros antiguos. Testigos sigilosos del milagro, sus figuras silentes aportan sosiego a la escena del nacimiento. Están presentes en la permanencia de un tiempo incorruptible, atentos, aunque ajenos a la sorpresa. Su serenidad es elocuente; sirve de contrapeso al dramatismo y a la gesticulación del resto de los personajes en la escena. El burro y el buey guardan el secreto de lo indecible; su presencia discreta pasa desapercibida ante la mirada de los visitantes de los museos, que se abalanzan con fugacidad suma sobre los salones de pintura antigua. El burro y el buey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario