jueves, 21 de abril de 2011

El gran circo




Aquí todas las cosas están hechas de tiempo. La pupila tropieza con las rocas, se reinventa a sí misma y se olvida de sí hasta donde la mirada alcanza.


Se diría que todo lo que abarca la mirada es el mismo paisaje y, sin embargo, no hay un rincón igual al otro, una brizna de hierba igual a otra, un puñado de piedras o de tierra igual a otro. Al caer la tarde, en el Gran Circo.


Todo va volviendo a su sitio, como si nada de lo ocurrido en el día de hoy hubiese sucedio aún. Como si tus pisadas sobre las piedrecillas de arenas blancas no fuesen más que un pasajero espejismo.





La sensación de estar en el interior de una oquedad sin final, fuera del tiempo, al margen de la vida.


Llevas el peso de las piedras en la retina. Y a donde quiera que mires un ala plomiza intenta retomar el vuelo.


Confusa sensación de vacío y de plenitud a un tiempo, como si entre estos malpaíses el Todo se conjugase con la Nada.


Una bandada de andorillas vueltas ceniza se precipita sobre tu cabeza.




Carretera abajo te sumerjes en las faldas de una corona forestal con sabor a infancia adormecida.

1 comentario:

  1. De lo mejor que te he leído. ¿Tú dices "andorillas"? Yo he escuchado "andoriñas". Palatales vencejos, como cenizas sobre la cabeza, sobre las piedras, sobre el tiempo. Un abrazo.

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