lunes, 17 de diciembre de 2012

Clasicidad de Sema Castro




La galería de arte estudio Artizar (La Laguna, Tenerife) expone desde el pasado viernes el último trabajo de Sema Castro: Flesh Island Trip.

Escribir sobre la pintura de Sema Castro es volver sobre los pasos, re-escribir sobre lo escrito, garabatear los viejos cuadernos -o no tan viejos- en busca de algunas palabras que nos abran la puerta del sentido de esta nueva pintura de arrecifes de coral y raras vegetaciones.

La obra de Sema Castro es coherente: el pintor va abriendo inéditos escenarios siempre fiel a su proceso gestual y sin otra tentativa que no sea abrir nuevas escalas, mundos nunca antes comprendidos o entrevistos por la retina. Y es desde ese movimiento de sístole y diástole, de conocer e ignorar a un tiempo, desde el que asoma a la tabla la incoherencia implícita en todo proceso creativo: el no saber cómo ni por qué.

La pintura como necesidad autónoma, moviéndose en progresivas modulaciones, en pequeñas variaciones de forma y color, más que en grandes cambios. La pintura de Sema Castro como necesidad autónoma e indómita, sin remisión posible.

Un vez dijimos (y lo volvemos a decir ahora) hasta el agotamiento, la pintura de Sema Castro: afluentes galerías, pasajes que se unen o disipan, a la manera de un cordón umbilical que sobre sí mismo se enreda en una danza irrenunciable. ¿Qué incierto escenario de sombrías imágenes abre ante nuestra mirada el telón de su pintura? Se diría que esferas expulsadas en propulsión o globos o planetas afloran desde los márgenes. Prismas de color, como cuando, de niños, contemplábamos con admiración los espejismos fascinantes de los caleidoscopios.




Una pintura hecha de sedimentos, de estratos geológicos o de erupciones. Superficies fósiles como islas calcáreas o vestigios de viejos continentes naufragados. Glaciares de colores fríos aparecen, de súbito, en medio de una tempestad de insectos melíferos y libélulas color naranja.

Lo imprevisto e impreciso, lo incontrolado e informe de la mancha inicial, toma cuerpo como una manifestación de la necesidad, quizás por la perfecta cooperación de lo consciente y lo inconsciente, o tal vez porque el artista ha de trabajar como la caprichosa Naturaleza: sin objetivos ni significados previos, como una válvula de escape, como un sifón que vierte por su espita una combustión de energía, como un imaginario infantil que desbaratara el mundo conocido y lo recompusiera siguiendo los impulsos y las relaciones más aleatorias.




Enmudecidos por la sorpresa de contemplar trazos de colores vivos sobre la tabla y, otras veces, mixturas de tonalidades metálicas que se disipan y se funden en nebulosas y mundos nunca antes imaginados, como la estela que dejara en el aire la cola ígnea de un cometa en fuga.


[Algunos de estos fragmentos aforísticos han sido tomados del texto Sema Castro: el oficio de pintar, escrito con motivo de la exposición "Naturphilosophie", Sala Instituto Cabrera Pinto, La Laguna. octubre, 2011. En la fotografía inicial, Sema Castro junto a uno de sus cuadros expuestos en la galería de arte Estudio Artizar]

No hay comentarios:

Publicar un comentario