jueves, 25 de abril de 2013

Con un ramo de siemprevivas 



La muerte de Blanca, en los primeros días del mes de abril. No se sabe muy bien lo que significa desaparecer en extrañas circunstancias, porque la desaparición es -también la vida misma- lo suficientemente extraña como para no necesitar de adjetivo alguno.


La muerte deja siempre ese largo sabor de incomprensión en los labios, esa amarga extrañeza a la que no podemos dar respuesta, porque nada, absolutamente nada, llegamos a comprender, especialmente cuando se trata de una persona a la que hemos profesado cercanía y cariño.


Y esas ganas de girar en el sentido inverso las agujas de todos los relojes.

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