miércoles, 15 de abril de 2020

15 de abril

Me he levantado temprano. Al bajar a la cocina he escuchado el timbre de la puerta. Al salir dos policías me han preguntado por la suerte de una pareja de vecinos y su hijo menor. En verdad nada sé y no puedo aportar gran cosa. Vuelvo a la cocina y enciendo la radio como cada mañana. Todo transcurre en el contexto de lo previsible. Hoy ha llovido nuevamente por la tarde. Hace un frío soportable en estos días. 


14 de abril


Amanece de forma espectacular. Rayos de luz que toman las laderas de la montaña y la envuelven en una fina y rápida capa de oro. No es más que una ilusión que dura unos minutos, porque a medida que el sol va ascendiendo hacia lo alto la perspectiva oblicua de la luz va dejando paso a una claridad más neutra y compacta. El vecino de la casa de arriba me cuenta que a su mujer la acaban de ingresar en la residencia, pero por causa de otra enfermedad bien distinta a la pandemia. Creo que soy uno de las pocas personas con las que pude charlar en estos días, parapetado en lo alto del muro de su casa. Tiene un acento entre suizo y gallego difícil de explicar. A veces hablamos un tanto atropelladamente por la envestida de los perros que se lanzan contra la puerta desde uno y otro lado para ladrarse en una desenfrenada danza de rigores mutuos. Julio me da buena cuenta de las noticias y novedades que ha escuchado por la mañana en la radio. Siempre está asomado al muro de su puerta; ignoro cómo hace para pasar allí tanto tiempo, pero siempre que salgo a tirar la basura a los contenedores aparece desde detrás de su fortaleza. Quizás tenga una extraña mirilla o algún raro artilugio que lo previene del paso  de algún viandante. Me llegan mensajes de celebración de Javier, como cada 14 de abril, conmemorando el aniversario de la proclamación de la la II República española. Brindo desde la distancia con él y con otros amigos. 


13 de abril

"Deja ahora que te explique con qué movimiento los cuerpos generadores de la materia engendran los varios seres y disuelven los que han engendrado; qué fuerza les compele a hacerlo, y qué movilidad les ha sido dada para viajar por el inmenso vacío: tú cuida de atender a mis palabras. Porque, ciertamente, la materia no es una masa compacta y coherente, pues que vemos menguar cada cuerpo y cómo todos parecen derretirse en el dilatado curso del tiempo y cómo la vejez los retira de nuestra vida; y no obstante, la suma de las cosas queda incólume, porque los cuerpos que abandonan una cosa disminuyen la que dejan, pero aumentan aquella a que se adhieren, hacen envejecer la primera, y a esta, al contrario, florecer; y tampoco se detienen en ella. Así, la suma del mundo se renueva sin cesar, y los mortales se prestan mutuamente la vida. Una gentes crecen, otras disminuyen, y en un breve espacio se suceden las generaciones de vivientes y se pasan, como corredores, la antorcha de la vida".  

                                                                                                                        [Lucrecio]


12 de abril


Sostiene un amigo que la posición de las raíces de algunos árboles es similar al dibujo que forman sus ramas en su afán por elevarse. Y que, de este modo, existiría cierta correlación de fuerzas entre la superficie o la parte visible del árbol y su parte inferior. Supongo que habría una base científica para ello, pero la desconozco por completo. Si esto es así, imagino el magnífico recorrido que tendrán, entonces, las raíces de un drago bien plantado; por ejemplo de uno que supere los ochenta años. O las raíces de un árbol de guayabos, cuyas ramas suelen extenderse fuera del eje central del tronco hasta cubrir, en redondo, toda la periferia del árbol. En ambos casos sus raíces formarían una extensa red de arterias bajo tierra. Siguiendo este enunciado, los árboles altos, en cambio, como el ciprés, la araucaria o los pinos, gozarían del beneficio de una única raíz central que descendería en picado bajo la superficie, prolongando una elevación inversa proporcional a la altura del tronco. No sé muy bien lo que todo esto significa, pero estas formas simétricas de uno y otro polo encuentran en un verso del poeta José Ángel Valente uno de sus mejores metáforas: los pájaros raíces. Ansia por alzar el vuelo al tiempo que instinto telúrico de descender hacia el humus original que aporta sustento y alimento. La mañana, en fin, transcurre como cada lunes sentado frente al ordenador, sumergido en la base de datos de la colección documental. Pasa el tiempo muy deprisa, pues cada detalle cuenta y has de ir muy despacio. Por la tarde asistimos de forma telemática a una charla sobre astronomía impartida por Monsieur Campère. Asistimos a imágenes realmente sorprendentes sobre el cosmos: otros mundos, otras galaxias, nebulosas, exoplanetas... De súbito pienso en la remota posibilidad de encontrar alguna noticia de dios entre tanto polvo de estrellas. 

                                                                                                                             
11 de abril


Hoy toca limpiar un poco y entregarse a labores domésticas. Todo lleva su tiempo, suele argumentarse, con el beneplácito de la sabiduría popular más simple, pero entre estas labores el tiempo pasa aún un poco más despacio, y hay que hacerlo todo muy deprisa para tener la sensación de que no se nos va la vida en ello. Mientras tanto, escucho a la pequeña Sol ensayar una partitura al contrabajo, instrumento que ha comenzado a practicar hace tan solo unos meses. Lo interesante de corregir el polvo de los anaqueles, de limpiar -digo- los estantes más altos, los más escondidos, es que siempre acabamos por tropezarnos con algún objeto o algún libro que habíamos olvidado por completo y al que conferimos ahora un nuevo significado. El azar juega siempre sus cartas de manera (casi) objetiva. 

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