(30 de junio, a destiempo)
Si pudiésemos recuperar el tiempo perdido en estupideces, si fuera cosa de un segundo volver sobre los pasos de nuestra edad de oro extraviada, o si en un truco de magia supiéramos condensar en los bolsillos los instantes vacíos que se han ido esfumando, quizás sería posible sumarle tiempo al tiempo como quien construye un castillo de arena en una playa o, plato sobre plato, una columna en frágil e inestable equilibrio. Un tesoro de tiempo recuperado; una maleta llena de instantes yertos que reclaman para sí toda la vivacidad de un sol de verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario